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España España · Valladolid
Voto de La Butaca 14:
7
Drama Una adolescente huye de su hogar adoptivo con el chico que la ama mientras busca a su padre, un escritor visionario que está encerrado en una institución psiquiátrica. (FILMAFFINITY)
6 de enero de 2017
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre que considera el hecho de realizar cine como un tratamiento más en su lucha contra una enfermedad neuromuscular como es el ELA (Esclerosis lateral amiotrófica), es alguien que ama y vive el séptimo arte como nadie. Ese hombre es Simon Fitzmaurice, prestigioso escritor y director de cine irlandés y el creador de My name is Emely.
Fitzmaurice ha dirigido películas que se han proyectado en festivales de cine de todo el mundo, llegando a ganar premios en su país y el extranjero. Incluso uno de sus cortometrajes, El sonido de la gente, fue escogido para proyectarse en el prestigioso Festival de Cine de Sundance.
My name is Emely es su primer largometraje y es de elogiar que el resultado sea tan imprevisible y eficaz.
La obra se expone ágil y sin miramientos, aunque echo en falta algo más de emotividad y dramatismo para que la historia cale en el espectador totalmente.
El tema que trata es indudable, una chica de personalidad difícil a causa del fallecimiento de su madre acepta la ayuda de un chico paciente y caritativo para sacar al padre de ella del centro psiquiátrico en el que permanece interno por su locura producida por la misma desgracia.
Evanna Lynch interpreta el papel de Emely, personaje que comparte una personalidad de gran equivalencia al de Luna Lovegood de Harry Potter, protagonizado por la misma Lynch, sobre todo por la singularidad e introversión de ambas. La falta de experiencia en pantalla puede hacer que los protagonistas en ocasiones causen desconcierto en algunas de las escenas, sobre todo en los silencios incómodos, pero nada garrafal, minucias sin más. Esto también puede ser causado por la breve pero cabal actuación de Michael Smiley como padre.
Todo esto, junto con un guión afable y recto, una visualidad fascinante con los atractivos paisajes de Irlanda, y una música armónica y melodiosa forman una cinta acertada.
El esfuerzo que realiza Simon Fitzmaurice para aportar su granito de arena en el mundo del cine y del que disfrutamos nosotros los espectadores es digno de admirar.
PUNTUACIÓN: 7 (buena)
La Butaca 14
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