Producción de Oliver Stone, único trabajo tras las cámaras del guionista Tim Metcalfe (Kalifornia). El Corredor de la Muerte es un drama carcelario protagonizado por un James Woods ganador del premio al mejor actor en el Festival de Sitges 1996. Secundan Robert Sean Leonard (House M.D.), Robert Burke (Robocop 3) y otros intérpretes que apenas sueltan cuatro frases entre todos. Como curiosidad, el film está dedicado a Sam Peckinpah.

Basado en una historia real, El Corredor de la Muerte cuenta la vida de Carl Panzram (Woods), asesino violador confinado en la prisión de Leavenworth, lugar donde entabla amistad con su carcelero, el judío Henry Lesser (Leonard), que le prestará papel y lápiz para que tenga la oportunidad de escribir su autobiografía. Un último asesinato cometido en la misma prisión hace que sea condenado a morir en la horca, no queriendo Panzram apelar la decisión del jurado en el juicio por tal acto.

El único motivo por el que recomendaría ver El Corredor de la Muerte es para ver la lección de interpretación de un James Woods que es la viva encarnación del mal en el papel de Carl Panzram. Ni un soso Robert Sean Leonard, ni la puesta en escena de telefilm de sobremesa le hacen justicia. El guión del mismo director tampoco es mucho mejor, cuenta de manera correcta la vida delictiva del protagonista, pero no da argumentos convincentes para que creamos que Panzram y Lesser tuviera esa conexión tan especial con la que se les ve en el desenlace de la película.

Aburrido largometraje que se aprovecha de un James Woods que llena la pantalla con su presencia y que mereció alabanzas y premios por doquier. Por lo demás, solo se deja ver.