Extraña propuesta de animación francesa que, en tiempos de grandes alardes técnicos y visuales, de fantásticos mundos que no están sometidos a más leyes físicas ni limitaciones que las de la propia creatividad, nos lleva a lo que era nuestro planeta Tierra millones de años atrás, justo al momento en el que a uno de nuestros antepasados se le ocurrió ponerse a dos patas y empezar a caminar. Y lo hace en un ambiente un tanto minimalista, mitad arbóreo mitad desértico que, la verdad, ni llama particularmente la atención ni pone el foco en una historia no excesivamente brillante de amistad, respeto y tolerancia hacia el diferente que no se puede considerar ni divulgativa ni aventurera. Te encuentras la película en una escalera y no sabes si sube o si baja.

Se deja ver, sí, pero tampoco deja un gran poso, ni bueno, ni malo. Hay algo de acción, nada deslumbrante; algo de humor, más simpático que divertido; algo de romance, poco novedoso y mucha moraleja, no particularmente sonrojante. Como se puede ver, destaca más por todo lo negativo en lo que evita caer que por todo lo positivo en lo que evita arriesgar. Tibia. Neutra. Exactamente en el medio de alguna parte. Una opción amena para una tarde de lluvia… o no. Las hay peores y mejores.