9 de septiembre de 2020
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El papel de este dictador de Uganda, con problemas psicológicos por lo que se deduce de lo que vemos aquí, es interpretado con maestría por Forest Whitaker. Es uno de esos buenos actores que en la mayoría de las ocasiones solo hacen de secundarios. El personaje en cuestión es complejo e interesante, así como odioso, lo que permite el lucimiento del actor.
Y más que a un jovencísimo James McAvoy, que no está nada mal, yo destacaría a Gillian Anderson, que logra que nos olvidemos por completo de la agente Scully.
Pues bien, aunque al principio parezca que va a ir de médicos cooperantes, la historia se centra totalmente en la relación entre este joven doctor y el dictador, que tenía desde luego un comportamiento bastante peculiar y extraño. Y por supuesto, mucha fachada de cara a un pueblo paupérrimo que encima le apoyaba al principio, cuando en realidad era un genocida.
Aunque cierta parte del film trate de política, realmente no es aburrido para nada. Nos da a conocer a un personaje poco conocido de la historia reciente de África.
Pero dejando todo de lado y por encima de todo, es la interpretación de Whitaker la que hace buena a la película.
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