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Voto de Argoderse:
7
Drama Mientras Estados Unidos se prepara para entrar en la Segunda Guerra Mundial, el director de cine húngaro Michael Curtiz lidia con una intervención política y una relación disfuncional con su hija en medio de la problemática producción de Casablanca en 1942.
4 de mayo de 2020
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos", le dice Ilsa Lund a Rick Blane, mientras la Gestapo anuncia la ocupación de París. Después volverán a encontrarse en Casablanca, pero todo será diferente. Un plano, el de Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, y una frase, que son de los momentos más recordados de Casablanca (1942). Obra entre las obras del cine clásico, que resiste al paso del tiempo como ninguna.

Tal vez la película cumbre del húngaro, Michael Curtiz, que previamente había rodado otra de mis favoritas: Ángeles con caras sucias. Y ese mismo año facturaba Yanqui Dandy, también con James Cagney. Sin embargo, Curtiz siempre tendrá en Casablanca su recuerdo perpetuo, pese a ser uno de los cineastas más prolíficos de la historia de Hollywood.

Dada la envergadura de este clásico, desde Hungría también y disponible en Netflix, llega una especie de aproximación a la figura de este director, con el rodaje de Casablanca como telón de fondo. Su título: Curtiz. No es un biopic al uso, pues la película nos presenta al cineasta ya en Hollywood, rodeado de lujo y éxito. Una suerte muy dispar a la que viven sus compatriotas (familiares incluidos) en Hungría.

A finales de 1941, tras Pearl Harbor, Estados Unidos entra de lleno en la Segunda Guerra Mundial, y el cine es el mejor vehículo para levantar el ánimo a la tropa. Así la Warner, dada su exitosa colaboración con el húngaro en el pasado, le encomienda el rodaje de esta película, bajo la supervisión del 'establishment'.

Michael Curtiz era, según las crónicas, una persona con genio y carácter, amante de los placeres de la vida, como el sexo y el alcohol. Y a menudo eso se mezclaba en sus rodajes. Imposible coger la cámara y dejar a un lado su tumultuosa vida personal.

En esa personalidad se centra, sobre todo, la película de Tamas Yvan Topolanszky. Más un drama biográfico, que la propia construcción de Casablanca. Esto último va quedando en un segundo plano, con chispazos de cómo (se supone) Curtiz dirigía al reparto, mostrándonos sus animadversiones y dudas hacia Bogart. Incluso llevando al límite a muchos del elenco.

Esa especie de cine dentro del cine que a mi, personalmente, me gustó mucho en Cazador blanco, corazón negro, o Vivir rodando. Pero ya digo, se aparta de ese camino, poniendo el foco en la azarosa vida familiar del húngaro. No hay un equilibrio y a pesar de ello, a mi me convence. Me dan ganas de ver de nuevo a Bergman, Bogart, Lorre y cía. Por eso en Curtiz, hubiese deseado menos drama y más entresijos de Casablanca. Algo estilo: Sesión continua.

Y es que en el fondo, Curtiz está rodada con cierto encanto que evoca a esa época dorada del cine. Una suerte de retorno al pasado que se consigue gracias a la magia del blanco y negro. Posee cierto ese magnetismo que te hace estar atento a la pantalla, sin importar lo que sucede alrededor. Ya me ocurrió con Cold War. Hay ocasiones, de hecho, en que pareces estar en pleno 1942, con el mundo derrumbándose mientras se hacen obras maestras del cine.

Más datos sobre esta y otras películas en www.argoderse.com
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Argoderse
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