Esta película corría el riesgo de caer en el extremo de lo banal o en el de lo exagerado. Pero sus directores y guionistas (que son los mismos) tienen el acierto de mantenerse todo el rato en una normalidad vital que termina por cautivar al espectador.

La interpretación de todos los actores es auténticamente profesional. Ni uno solo (ni siquiera los niños) te da la sensación de estar actuando.

En algunos momentos, especialmente en la primera escena, quizá te pueda dar un poco la sensación de que la situación reflejada se sale un poco de lo normal. Pero enseguida adviertes que se trata sólamente de dar un poco de vis cómica o dramática al argumento. Por lo demás la intensidad de la acción va cobrando fuerza de una manera paulatina, y termina recogiéndose en un final completamente humano que te deja un buen sabor de boca de película bien hecha.

Durante todo el rato te estás sintiendo identificado con los personajes. Son personas reales, las conoces, algunos de tus vecinos y amigos tienen las mismas actitudes y hasta los mismos diálogos.

En fin, la palabra clave con la que resumiría esta buena película es que no se trata en absoluto de una comedia, ni siquiera de un drama, sino de la normalidad de la vida reflejada en la pantalla. Normalidad curiosa e interesante.