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Voto de Miquel:
10
8,3
36.571
Drama
En la Roma de la posguerra, Antonio, un obrero en paro, consigue un sencillo trabajo pegando carteles a condición de que posea una bicicleta. De ese modo, a duras penas consigue comprarse una, pero en su primer día de trabajo se la roban. Es así como comienza toda la aventura de Antonio junto con su hijo Bruno por recuperar su bicicleta mientras su esposa María espera en casa junto con su otro hijo. (FILMAFFINITY)
5 de septiembre de 2008
174 de 187 usuarios han encontrado esta crítica útil
Octavo largometraje de De Sica y una de sus obras más emblemáticas. Escrita por Cesare Zavattini y De Sica, con un grupo de colaboradores, se basa en la novela “Ladri di biciclette” (1946), de Luigi Bartolini. Se rueda en escenarios reales de Roma entre mayo y junio de 1948. Nominado a un Oscar (guión), gana el Oscar honorífico a la película de habla no inglesa. Producido por Giuseppe Amato y De Sica para PDS, se estrena el 24-XI-1948 (Italia).
La acción dramática tiene lugar en Roma en 1948, a lo largo de unos pocos días. Antonio Ricci (Maggiorani), en paro desde hace más de 2 años, consigue a través de la oficina de empleo de su barriada (Città Valmelaina) un empleo municipal de fijador de carteles. Por contrato se le exige que ha de disponer de bicicleta. Poco después de iniciar su primera jornada laboral, se la roban al descuido. Antonio es obrero manual, está casado con María (Carell). Desilusionado y desesperanzado forma parte de la legión de trabajadores en paro de larga duración de la Posguerra. Malvive gracias al subsidio de paro y a las ayudas de la beneficencia.
El film presenta un detallado retrato de la Roma de 1948, cuando habían transcurridos 3 años desde la finalización de la IIGM. La cámara muestra las colas del paro, la desesperanza de los parados, la presencia en las calles de mendigos, descuideros, vendedores furtivos, las colas de las casas de empeños (Montes de Piedad), las colas para tomar el tranvía o el trolebús, comedores de caridad, prostíbulos, videntes, etc. Las imágenes, directas y sinceras, dan testimonio de un país arruinado por la guerra, azotado por la miseria y paralizado por la incapacidad de las instituciones públicas. La narración está hecha con ánimo más documental y testimonial que reivindicativo.
La historia es sencilla, simple, casi minimalista, pero directa, conmovedora e intensa. Los intérpretes son actores no profesionales, que aportan verismo y naturalidad. Los personajes son seres corrientes, normales, del montón. No se emplean decorados artificiales: se rueda lo que hay según se ve, sin artificios, ni adornos. El guión elabora unos diálogos que reflejan el modo de hablar de las personas sencillas. Desarrolla una progresión dramática creíble y convincente, que se focaliza en la desesperación individual. La autenticidad y realismo que animan al film son posiblemente las causas por las que éste conserva su frescura y su fuerza.
En un segundo nivel narrativo, se explican las relaciones padre/hijo, puestas a prueba en la empresa de buscar la bicicleta sustraída. La dinámica de los hechos hace que las actitudes de ambos evolucionan, maduren y se transformen. La figura de Bruno (Staiola), de 6 años, listo, tierno y afectuoso, compone uno de los personajes infantiles más atractivos del cine. La obra incorpora momentos de emotividad chaplinesca: la comida de niño rico y del pobre en el restaurante, la ternura de Bruno evoca la de “El chico” (Chaplin, 1920) y el emocionante plano final.
La acción dramática tiene lugar en Roma en 1948, a lo largo de unos pocos días. Antonio Ricci (Maggiorani), en paro desde hace más de 2 años, consigue a través de la oficina de empleo de su barriada (Città Valmelaina) un empleo municipal de fijador de carteles. Por contrato se le exige que ha de disponer de bicicleta. Poco después de iniciar su primera jornada laboral, se la roban al descuido. Antonio es obrero manual, está casado con María (Carell). Desilusionado y desesperanzado forma parte de la legión de trabajadores en paro de larga duración de la Posguerra. Malvive gracias al subsidio de paro y a las ayudas de la beneficencia.
El film presenta un detallado retrato de la Roma de 1948, cuando habían transcurridos 3 años desde la finalización de la IIGM. La cámara muestra las colas del paro, la desesperanza de los parados, la presencia en las calles de mendigos, descuideros, vendedores furtivos, las colas de las casas de empeños (Montes de Piedad), las colas para tomar el tranvía o el trolebús, comedores de caridad, prostíbulos, videntes, etc. Las imágenes, directas y sinceras, dan testimonio de un país arruinado por la guerra, azotado por la miseria y paralizado por la incapacidad de las instituciones públicas. La narración está hecha con ánimo más documental y testimonial que reivindicativo.
La historia es sencilla, simple, casi minimalista, pero directa, conmovedora e intensa. Los intérpretes son actores no profesionales, que aportan verismo y naturalidad. Los personajes son seres corrientes, normales, del montón. No se emplean decorados artificiales: se rueda lo que hay según se ve, sin artificios, ni adornos. El guión elabora unos diálogos que reflejan el modo de hablar de las personas sencillas. Desarrolla una progresión dramática creíble y convincente, que se focaliza en la desesperación individual. La autenticidad y realismo que animan al film son posiblemente las causas por las que éste conserva su frescura y su fuerza.
En un segundo nivel narrativo, se explican las relaciones padre/hijo, puestas a prueba en la empresa de buscar la bicicleta sustraída. La dinámica de los hechos hace que las actitudes de ambos evolucionan, maduren y se transformen. La figura de Bruno (Staiola), de 6 años, listo, tierno y afectuoso, compone uno de los personajes infantiles más atractivos del cine. La obra incorpora momentos de emotividad chaplinesca: la comida de niño rico y del pobre en el restaurante, la ternura de Bruno evoca la de “El chico” (Chaplin, 1920) y el emocionante plano final.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La cinta plantea cuestiones intemporales, de interés actual, como el trabajo por cuenta ajena de menores (Bruno en la gasolinera como recadero), la escolarización no obligatoria, los desastres perdurables de la guerra, las deficiencias de la Administración y de las Instituciones públicas, el derecho al trabajo, el drama del paro de larga duración, la insuficiencia de los servicios público (transporte, seguridad, policía...), etc. Junto con “El limpiabotas” (1946), “Milagro en Milán” (1950) y Humberto D” (1952), el film compone la tetralogía que De Sica y Zavattini dedican a la realidad italiana (por extensión europea) de la posguerra
Sergio Leone debuta como auxiliar de dirección y extra (capellán día de lluvia). La bicicleta tenía en la Italia de 1948 resonancias de libertad singulares, dada la prohibición de su uso durante los años de la ocupación alemana. El film es homenajeado por Woody Allen en “Broadway Danny Rose”.
La música, de Alessandro Cicognini (“El limpiabotas”) compone una partitura melancólica, de cuerda y viento, con melodía a cargo del clarinete. Añade una alegre canción popular con guitarra y mandolina. La fotografía, de Carlo Montuori, en B/N, elabora imágenes rigurosas, realistas y de admirable sencillez clásica. Hace uso frecuente de perspectivas panorámicas y encuadres generales. Obra mítica de la historia del cine.
Sergio Leone debuta como auxiliar de dirección y extra (capellán día de lluvia). La bicicleta tenía en la Italia de 1948 resonancias de libertad singulares, dada la prohibición de su uso durante los años de la ocupación alemana. El film es homenajeado por Woody Allen en “Broadway Danny Rose”.
La música, de Alessandro Cicognini (“El limpiabotas”) compone una partitura melancólica, de cuerda y viento, con melodía a cargo del clarinete. Añade una alegre canción popular con guitarra y mandolina. La fotografía, de Carlo Montuori, en B/N, elabora imágenes rigurosas, realistas y de admirable sencillez clásica. Hace uso frecuente de perspectivas panorámicas y encuadres generales. Obra mítica de la historia del cine.