La narración se desarrolla de modo sencillo, sin exageraciones, con sobriedad, contención y equilibrio. El espectador siente próximas las preocupaciones e inquietudes de los Xu, que hace suyas y comparte. Se emociona con su lucha por la vida y se enamora del espíritu de resignada aceptación de las normas que se les imponen y que les afectan más de lo que parece. No las entienden y no alcanzan a ver el sentido o la falta de sentido que tienen desde un punto de vista general, desconocido para ellos y alejado de sus posibilidades de interiorización. El recorrido por la vida en una etapa complicada, turbulenta y dura, desgrana interrogantes y sugerencias. Los temas que se evocan son el significado de los vuelcos que da la vida, el paso del tiempo, el envejecimiento, lo que aportan y quitan los días, el recuerdo de los seres queridos que han muerto, el olvido, la capacidad de resistencia, las propuestas sobre la necesidad de dejar de lado el pasado, la añoranza, el cariño, el afecto y el amor humano.

El relato deviene irónico y mordaz en la descripción de algunas incidencias de la Revolución Cultural y su aplicación en centros de trabajo, hospitales, universidades, etc. La ironía se tiñe de patetismo en las referencias a las depuraciones de cargos públicos y sus consecuencias humanas y familiares. No falta ironía en el tratamiento rápido del culto a la personalidad de dirigentes, como Mao Tse Tung. La obra contiene escenas memorables, como la del Ejército Rojo avanzando por la ladera de una montaña, las representaciones del teatro de marionetas, el traslado del médico al hospital, la fotografía de boda, la escena del hospital y otras. Las interpretaciones de los dos protagonistas son convincentes y entrañables. Gong Li, compañera sentimental del realizador, entrega un trabajo bien matizado y sensible, que cautiva y emociona. You Ge merece sobradamente el premio que recibe en Cannes. El film acusa influencias diversas, entre ellas la de la trilogía de “Pater Panchali” (Satyajit Ray, 1955) y posiblemente otras.

La banda sonora, de Zhao Jiping (“La linterna roja”, 1991), ofrece una partitura de acompañamiento que combina pasajes intimistas, dramáticos y festivos, que forman un conjunto colorista y eficaz. La fotografía, de Lu Jua (“La joya de Shanghai”, 1995), deja de lado las inquietudes esteticistas, para centrar el esfuerzo en una composición austera, sobria y realista, no exenta de sentido poético, que aporta sugerencias visuales relevantes. Alguna de ellas es tan significativa y tan elocuente como el encuadre desolador (sillas abandonadas, local vacío...) que enmarca la figura del protagonista cuando recibe de los convecinos una noticia no deseada. Abunda el uso de colores cálidos, sobre todo rojos y granates, y escasean los fríos, en especial los azules. Como consecuencia de ello, el cromatismo general es predominantemente cálido y los contrastes se obtienen con colores neutros (grises, blancos, negros, marrones y cremas).