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Voto de Antonio Morales:
8
Cine negro. Drama El abogado Thomas Farrell presta sus servicios a Rico Angelo, el gángster más poderoso de Chicago. Un día, se enamora de Vicki Gaye, una bailarina que acude a todas las fiestas de la mafia. Aunque Farrell intenta dejar de trabajar para Rico Angelo, éste se lo impide amenazando a Vicki. (FILMAFFINITY)
29 de mayo de 2014
24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Party Girl” es una de las grandes obras de Nicholas Ray y una demostración de su capacidad para adaptarse al cine clásico, manteniendo su estilo personal. Nos encontramos ante un melodrama mezclado con cine negro tardío y aderezado con el musical. De todo ello Ray obtiene un coctel esplendoroso en Cinemascope y un bellísimo Technicolor. Un film en que las miradas y los sentimientos están a flor de piel, trazando una compleja red de interrelaciones en las que el peligro, el riesgo, el deseo y la voluntad de emerger de un contexto sombrío y turbio se erige como epicentro de una trama de poder y corrupción. Es ahí donde se teje la relación casual entre la corista Vicky Gaye (una versátil Cyd Charisse) y Tom Farrell (excelente Robert Taylor) abogado de un mafioso, defendiendo a asesinos que controlan la ciudad, Rico Angelo (estupendo Lee J. Cobb), un tipo abyecto y sin escrúpulos. Un film donde no se deja de lado la crónica de políticos y jueces arribistas.

Farrell es cojo, y esa discapacidad es también determinante: un personaje fronterizo, receloso y contradictorio que le cuenta a Vicky sus recuerdos adolescentes en uno de esos planos con fondo negro que tanto le gustaban a Ray; entre esos recuerdos destaca un juego sucio, arriesgando la vida en el puente levadizo de la ciudad (otro juego peligroso como en “Rebelde sin causa”), que le costó la cojera, desde entonces Farrell se hizo la promesa de que sería envidiado, pues odia la compasión, pero la aprovecha para seducir a los jurados populares. La vida de Tom se basa en hacerse respetar y lo consigue desde el triunfo social, aunque tenga que vender su dignidad a un capo mafioso. Otra constante en el cine de Ray, el paso de la adolescencia difícil al “refugio” adulto. El cineasta realiza un profundo estudio de caracteres, haciendo del abogado y la corista, que intenta “mantenerse alejada” de los hombres, una historia de amor desesperado, a ratos lírico, otras veces desgarrado, entre el empuje de dos fuerzas antagónicas: la dignidad y el dinero. Ambos necesitan olvidar demasiadas cosas para afrontar libremente su relación.

Otro tema importante es la forma en que presenta a los personajes con su peculiar puesta en escena, la primera vez que vemos a Farrell está de espaldas a la cámara en la fiesta de los mafiosos, ajeno a ese ambiente deleznable. Este hermoso melodrama de Ray refleja una mirada poética y una profunda fatalidad característica del cineasta. Momentos que rebelan su condición romántica, como cuando Vicky huele emocionada las rosas que le ha enviado Tom al camerino. Los números musicales en los que Cid Charisse actúa en “El gallo dorado” propiedad del mafioso, son fascinantes por su elegancia y colorido, ejerciendo de contrapunto en la tensión dramática. Es evidente los hallazgos en el uso del color, me gusta mucho cuando Vicky conoce a Tom en la fiesta, ella luce un precioso vestido rojo y a partir de ese momento el rojo es el “leit-motiv” visual del personaje. Un film majestuoso que funciona por impregnación: sensual como sus juegos con los colores; intenso gracias al trabajo en cada plano; inteligente por la acumulación de detalles que van enriqueciendo su entendimiento. Porque no es sólo una película de gangsters, sino una apasionada historia de amor desesperado.
Antonio Morales
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