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Voto de Antonio Morales:
8
Thriller. Drama La primera versión cinematográfica del Dr. Mabuse consta de dos partes: “El gran jugador” y “El infierno”. El doctor Mabuse es un villano que no se siente atraído por los bienes materiales, sino por el placer que le proporciona jugar con el destino de los hombres. (FILMAFFINITY)
5 de enero de 2014
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagino que han leído la sinopsis y la ficha técnica por lo que voy a obviar los datos sobre la película, por no repetirme si alguien tiene la cortesía de leerme. Rodada inmediatamente después de “Las tres luces” (Luis Buñuel fue seducido para el cine, tras visionarla), y muy alejada de su atormentado romanticismo. “El Dr. Mabuse” fue un éxito en su tiempo que marcó buena parte de la carrera posterior de Fritz Lang. Una curiosidad de la película es que Thea von Harbou, la guionista y colaboradora, se convirtió en esposa de Lang, ese mismo año. La guionista había sido esposa anteriormente del protagonista del film y de la mayoría de las películas alemanas de Lang, Rudolf Klein-Rogge (Mabuse).

En el personaje de Mabuse se refleja el clima de tensión de la época de la posguerra. El criminal sin escrúpulos se aprovecha de la falta de seguridad y el caos, y alcanza el poder total gracias a la decadencia y el nihilismo. Se abrió en Alemania una época de profunda desesperación, de histeria, de cinismo, de vicio desbocado, la pobreza más desgarradora iba de la mano de la riqueza más ostentosa. En Berlin se acuñó la palabra “Raffke” que aludía a la acumulación de dinero.

La fuerza del personaje de Mabuse se basa en buena medida en sus poderes hipnóticos – y muy vagamente en las teorías freudianas del subconsciente -, de forma que controla la mente de sus víctimas, enamorando a las mujeres y manipulando a los hombres en provecho propio. Sin duda, el incuestionable talento de Lang para dotar a la acción de ritmo y dinamismo, hace amena su larga duración. Su inagotable inventiva visual, con la que consigue obtener grandes resultados a partir de los limitados recursos técnicos de la época, ayudado por su conocimientos de dibujo y arquitectura, visibles en la composición de los planos y en el movimiento de los actores dentro de los mismos. También influye en el resultado final la excelente fotografía del operador Carl Hoffman, así como los abundantes recursos económicos (15 millones de marcos en 1922), una enorme y lujosa escenografía.

Sus decorados pueden hacer las delicias de los aficionados a las corrientes artísticas del siglo recién acabado, por cuanto aúnan el más depurado “art déco” – patente en los numerosos clubes nocturnos y muy especialmente en la mansión de la condesa Told, repleta de piezas de arte africano – con las líneas oblicuas propias del expresionismo; movimiento con el que siempre se ha identificado a Lang, por más que éste ha negado repetidamente su adscripción al mismo. Tras su fachada de lujo y frivolidad, por entre sus alocadas peripecias, se filtra el retrato en escorzo de una sociedad agitada y corrupta, la de la República de Weimar, en las que se mezclan las altas finanzas y los bajos fondos, los burgueses respetables y los asesinos sin escrúpulos, la pasión por el juego y la adición a la cocaína. Un universo turbulento, entre el Brecht de “La ópera de cuatro cuartos” y el Pabst de “La caja de Pandora” (es elocuente el subtítulo de la primera parte del film: “Retrato de una época”).

El film de Lang encierra finalmente una parábola moralizante: el poder absoluto conduce directamente a la locura. Lang reconocía que Mabuse era “hijo de Nietzche”, las obras de este filósofo alemán sirvieron, convenientemente retocadas por la propaganda, para legitimar ideológicamente el Tercer Reich.
Antonio Morales
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