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Voto de Vivoleyendo:
10
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Animación. Fantástico. Aventuras. Comedia. Infantil
Cuando su dueño Andy se prepara para ir a la universidad, el vaquero Woody, el astronauta Buzz y el resto de sus amigos juguetes comienzan a preocuparse por su incierto futuro. Efectivamente todos acaban en una guardería, donde por ejemplo la muñeca Barbie conocerá al guapo Ken. Esta reunión de nuestros amigos con otros nuevos juguetes no será sino el principio de una serie de trepidantes y divertidas aventuras. (FILMAFFINITY)
5 de septiembre de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, hemos crecido con “Toy Story”. También los que ya éramos mayores cuando esta saga vio la luz en 1995. Quince años en los que Woody y sus amigos nos han guardado una fidelidad eterna, como la que le guardan a Andy. Pixar ha revolucionado el concepto de lealtad. Resulta que el perro no es el único mejor amigo del hombre. Con él rivalizan los juguetes, esos compañeros de infancia que no nos fallaron, que estaban ahí pacientemente esperando para jugar con nosotros y realizar así la meta para la que habían sido fabricados.
Pixar nos enseña que esos compañeros fieles se merecen ser tratados con cariño y pasar a un relevo digno una vez que somos grandes ya para seguir jugando con ellos. Están concebidos para que los niños disfruten, así que no hay mejor destino para un juguete viejo pero bien cuidado que el de pasar a las manos de otro dueño u otra dueña que lo necesite.
El desván es una ratonera triste donde no harán otra cosa que languidecer y llenarse de polvo en un limbo sin un pequeño dios que les dé vida. Qué pena que se queden metidos en una caja, arrumbados en el olvido.
Pero peor, mucho peor, es que acaben en el cubo de la basura.
El mayor temor de Woody y su pandilla se les echa encima. Andy se va a la Universidad. El momento crítico ha llegado después de años de felicidad. Todos lo sabían. Pero saberlo de antemano no disminuye la pena cuando ocurre. ¿Qué será de ellos ahora? Su pequeño dios ya no es pequeño. ¿Qué pasará? ¿Irán a parar al desván? ¿Serán donados a otros niños? ¿Los separarán? O, lo más horrible, lo impensable, lo que les partiría el alma: ser tirados a la basura.
Ellos, las criaturas más fieles del mundo, las más pacientes, las que adoran a su pequeño dios o su pequeña diosa, conocen su destino, lo acepten o no. Pero sus corazoncillos de plástico o de trapo se romperán igual que si fueran de carne. Hay que tragarse la píldora amarga… Ojalá su querido Andy no los decepcione ni los haga pedacitos con eso tan duro llamado indiferencia. Que bastante dolorosa va a ser la separación, para encima añadir más sufrimiento.
No, su Andy no es así. O eso necesitan creer.
Pero, por culpa de un cúmulo de desafortunados errores, acabarán en una bolsa junto al cubo de basura y la desilusión les hace tomar una decisión desesperada sobre su futuro: meterse en la caja de los objetos que serán donados a una guardería. Al menos ahí habrá muchos niños con los que jugar. Woody trata de convencer a los demás para que cambien de idea y regresar a casa; está seguro de que entre las intenciones de Andy no entra la de tirarlos como si fuesen trastos inútiles. Pero nadie lo escucha.
Pixar nos enseña que esos compañeros fieles se merecen ser tratados con cariño y pasar a un relevo digno una vez que somos grandes ya para seguir jugando con ellos. Están concebidos para que los niños disfruten, así que no hay mejor destino para un juguete viejo pero bien cuidado que el de pasar a las manos de otro dueño u otra dueña que lo necesite.
El desván es una ratonera triste donde no harán otra cosa que languidecer y llenarse de polvo en un limbo sin un pequeño dios que les dé vida. Qué pena que se queden metidos en una caja, arrumbados en el olvido.
Pero peor, mucho peor, es que acaben en el cubo de la basura.
El mayor temor de Woody y su pandilla se les echa encima. Andy se va a la Universidad. El momento crítico ha llegado después de años de felicidad. Todos lo sabían. Pero saberlo de antemano no disminuye la pena cuando ocurre. ¿Qué será de ellos ahora? Su pequeño dios ya no es pequeño. ¿Qué pasará? ¿Irán a parar al desván? ¿Serán donados a otros niños? ¿Los separarán? O, lo más horrible, lo impensable, lo que les partiría el alma: ser tirados a la basura.
Ellos, las criaturas más fieles del mundo, las más pacientes, las que adoran a su pequeño dios o su pequeña diosa, conocen su destino, lo acepten o no. Pero sus corazoncillos de plástico o de trapo se romperán igual que si fueran de carne. Hay que tragarse la píldora amarga… Ojalá su querido Andy no los decepcione ni los haga pedacitos con eso tan duro llamado indiferencia. Que bastante dolorosa va a ser la separación, para encima añadir más sufrimiento.
No, su Andy no es así. O eso necesitan creer.
Pero, por culpa de un cúmulo de desafortunados errores, acabarán en una bolsa junto al cubo de basura y la desilusión les hace tomar una decisión desesperada sobre su futuro: meterse en la caja de los objetos que serán donados a una guardería. Al menos ahí habrá muchos niños con los que jugar. Woody trata de convencer a los demás para que cambien de idea y regresar a casa; está seguro de que entre las intenciones de Andy no entra la de tirarlos como si fuesen trastos inútiles. Pero nadie lo escucha.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Tercera parte tan bonita, ágil, divertida y sentimental como las anteriores, con nuestros personajes igual de adorables, viviendo arriesgadas peripecias en las que la amistad y la unidad serán sus mejores aliadas para seguir juntos y buscar un destino en el que volver a empezar.
Hemos crecido, sí. Y nadie nos ha enseñado tan bien como Pixar a dar las gracias a aquellos inseparables amigos que estuvieron a nuestro lado.
Gracias, juguetes. Os quedasteis con la etapa más preciada que habré de tener jamás: mi niñez.
Hemos crecido, sí. Y nadie nos ha enseñado tan bien como Pixar a dar las gracias a aquellos inseparables amigos que estuvieron a nuestro lado.
Gracias, juguetes. Os quedasteis con la etapa más preciada que habré de tener jamás: mi niñez.