Versión bastante rústica y tosca desde la confección narrativa de la novela de Gaston Leroux, donde no llega a destacarse ni como oferta de terror ni desde la puesta en escena como musical.

Esta versión inglesa de la década del sesenta no posee gran intensidad desde su historia, la cual no genera casi tensión en el espectador, ya que se le nota que sus situaciones carecen de fuerza y de consistencia.

Estamos en presencia de un filme cuyo principal mérito es la intriga que generan los extraños acontecimientos que ocurren en una Ópera, los cuales se fundamentan en un terrible hecho del pasado.

Así presenciamos un filme donde las locaciones oscuras y húmedas son el principal atractivo desde lo escenográfico para generar suspense y sugestión.

También el nudo del conflicto, el cual se devela en un interesante flashback, es otro elemento potable dentro de un filme al que se le nota que sus actores no tienen ni la convicción ni la capacidad artística necesaria como para dar realismo al relato.

La puesta en escena de Terence Fisher es apenas discreta y aceptable, ya que no consigue dotar a su película de enjundia como para sobresaltar desde el horror ni para cautivar desde el manejo de la escena teatralizada propia del musical que se desarrolla paralelamente.

En fin, le falta “pimienta” para sazonar la historia y otorgarle más chispa y energía, es un filme que puede que atrape por su ambientación pero que deja una clara sensación a torpeza desde la puesta en escena y desde la parte artística, sin mencionar que el guión es bastante limitado en su estructura y además es demasiado abrupto en su resolución.

Aprobada más por su valor histórico que por sus méritos intrínsecos.