Hay películas que parecen haber sido hechas sin guión, sobre la marcha. Otras parecen montadas a contrarreloj, como si la sala de montaje estuviera alquilada por una hora y no hubiera presupuesto para más. También he visto películas donde cada escena estaba rodada con total descuido, a trompicones, esperando que surgiera el talento de unos actores carentes de él.

Pues todo este conjunto de carencias definen a la perfección lo que es “Alucarda” para mí. Una película mal hecha, que intenta tirar del carro con un ambiente “maligno” a base de grititos de ultratumba, una niña vestida de negro que se enamora de mujeres, y sobre todo, intentando hacer de la blasfemia algo aterrador.

En el 77, en un México inocente y muy religioso, quizás ver corretear a dos niñas diciendo “Satanás es mi amo”, “Lucifer es el dios de mi mundo”, “Dios es débil” y demás palabrería ensalzando la figura del Diablo y recriminando la actitud de Dios acojonara en la época, o al menos diera la sensación de estar viendo algo grotesco, pero hoy en día, queda absolutamente ridículo.

Aunque la idea fuera errónea, si el desarrollo hubiera sido decente, tal vez me hubiera creído un poco más a Alucarda, su amiga y demás plebe demoníaca, pero los sucesos van acaeciendo sin orden ni lógica, con secuencias que se saltan la armonía natural de un filme.