Loco y estúpido amor —como ha sido llamada en castellano— es una película que no debería pasar desapercibida, pues aunque parezca la típica comedia romántica americana, esta cinta habla —de una forma ingeniosa y brillante— de amores de niñez, de adolescencia, de temprana edad adulta y de mediana edad adulta. Dotada de un variado reparto y de considerables dosis de acidez y dulzor, tiene un argumento curioso para reír e incluso para llorar en algún momento de emoción.

Steve Carell es conocido por títulos comerciales como Virgen a los 40 o Sigo como Dios, sin embargo, cuenta con algunas películas de calidad superior como Pequeña Miss Sunshine y ahora Crazy Stupid Love, y aunque no se aleje mucho de su repetitivo personaje, está correcto en esta cinta como padre de familia y marido en crisis matrimonial. El reparto cuenta además, con grandes nombres como Juliane Moore y Marisa Tomei, que le dan a esta comedia un aire más sofisticado; Kevin Bacon, que aunque tiene un personaje pequeño se hace notar; y Ryan Gosling, que realiza una interpretación bastante destacable y memorable.

Las diferentes historias y personajes se entremezclan, como ya es habitual en muchas películas y desde hace algunos años, no obstante, este filme tiene una chispa especial, con personajes con profundidad y con varios sub-tramas para que el espectador se sienta identificado en alguno de los aspectos de la vida sentimental: desde la idealización del primer amor, los posteriores desengaños, y la promiscuidad; hasta la rutina del matrimonio, cuando se ha estado casado durante muchos años con la misma persona.

Frasier es una de las series más exitosas de la historia de la televisión, comenzó como spin-off de la serie Cheers y después de 11 temporadas y muchos premios a su recaudo, batió varios records en su género: la serie ganó 37 Emmys y Kelsey Grammer fue Frasier durante veinte años en horarios de mayor audiencia. Frasier es todo un clásico, que aunque haya terminado, es toda una recomendación para aquellos que les gusta recuperar algunas joyas del pasado.
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Todos los actores del elenco son excelentes: Kelsey Grammer (Frasier) y David Hyde Pierce (Niles) ejecutan una interpretación magistral de sus personajes, de manera muy expresiva sin ser exagerada y de un modo preciso y elegante. Sus personajes son un poco estirados, pero está hecho a propósito para conseguir el efecto snob vs humildad, que está presente en toda la serie. Todo ello, sin quitarle mérito a los otros actores (incluidos los actores invitados), que realizan un trabajo maravilloso, tanto los conocidos como los no tanto.
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La sinopsis de la serie es la siguiente: Frasier es psiquiatra y tiene un programa de radio en el que da consejos a la gente para que puedan enfrentar sus dificultades, pero Frasier no solo está ahí para ayudar a los oyentes con sus problemas, además, se enfrenta a problemas propios y ayuda a su hermano, familia y amigos a solucionar los suyos.
Durante toda la serie se tratan tantos temas, que en algún momento es posible sentirse identificado, ya que algún capítulo en concreto puede coincidir con algún asunto que nos esté preocupando. Y no sólo se abordan los temas de manera analítica, sino que se les añade, además, grandes dosis de humor, ingenio e ironía. Esta comedia no tiene chistes o gags tontos, por el contrario, es divertida y única por su estilo ingenioso, inteligente y por sus ocurrencias sarcásticas y mordaces que no paran de sorprender.

La serie es una sitcom con capítulos tan brillantes, que incluso con cada uno se podría montar una obra de teatro, tanto por la sencillez del decorado como por el número de personajes y por el enredo de las situaciones, situaciones, que encajan como en un puzzle perfecto, gracias a sus guionistas, que desarrollan capítulos redondos con frases elaboradas y temas documentados; no se habla de psiquiatría sin más, todo está justificado y tiene fundamento.

Es difícil encontrar una película que supere al libro en el que está basada, normalmente es al revés, pero en el caso de esta adaptación, Coppola ha conseguido ser más interesante que el autor literario.

Este film ha dado una explicación romántica a la transformación del conde: de humano a monstruo de las tinieblas, haciéndole un ser mucho más seductor y pasional que el del libro. La diferencia entre ambos personajes reside básicamente en el móvil que motiva a cada uno: el conde de la novela de Bram Stoker es un ser con un único objetivo, un objetivo meramente gastronómico, el de alimentarse de la sangre de hermosas doncellas, y es un ser que está desprovisto de cualquier emoción; sin embargo, el cometido del vampiro de Coppola no es sólo nutricional, es, además, sentimental, psicológico y personal.

La fotografía del filme es exquisita, imprescindible de este calibre para enmarcar con éxito la sombría Transilvania que describe esta novela; los oscuros paisajes y los misteriosos recovecos del castillo son realmente siniestros e hipnotizantes; y la música es magistral, hermosa y a la vez tenebrosa: una banda sonora que se ha convertido en un clásico del género de terror por su suspense y su impecable ejecución.

Sin embargo, la joya de la corona en este film no es otra que la interpretación de Gary Oldman, que ejecuta con honores la caracterización de este personaje vampírico en todas sus facetas: monstruo, anciano, joven seductor, hombre lobo y guerrero. Esta cinta es una prueba de su versatilidad como actor, su talento y su capacidad de hacer evolucionar a un personaje, en un ritmo muy fluido, eficaz y certero.

Transportémonos púes a la Rumania del siglo XIV con esta película que, aunque comercial, es una de las mejores de su género.

El Reino Unido vuelve a sorprendernos otra vez con ese humor absurdo e hilarante del que siempre ha hecho gala y en esta ocasión nos lo traen Nick Frost y Simon Pegg (mundialmente conocidos por Zombies Party) como guionistas y como actores protagonistas de “Paul”.

Paul es un extraterrestre que quiere volver a su hogar y, en lugar de ser ayudado por un niño, es ayudado por un par de frikis bastante creciditos con los que se embarca en una aventura predecible, aunque, no por ello aburrida.

La historia mezcla varios tópicos: la del extraterrestre en apuros ayudado por humanos, la chica acomplejada que al final de la peli se desmelena y algún que otro momento sentimental que no llega a lagrimita, entre muchos otros. Sin embargo, “Paul” es una película para divertirse y reírse un rato, y la impertinencia y desfachatez de este verde personaje no dejaran indeferente a ninguno.

¿Quién dijo que el amor era sólo regalar ramos de flores, comprar bombones de chocolate, salir escopeteado en un taxi hacia el aeropuerto para evitar que el amor de tu vida coja ese avión final o declarar tu amor en público, pidiendo en matrimonio a esa chica dulce en medio de la multitud para que todos acaben aplaudiendo en el momento del beso?

Estos son los tópicos a los que Hollywood nos tiene acostumbrados y parece que sin escena final de aeropuerto no hay película de romance. Pero Secretary nos puede hacer emocionar de una forma totalmente distinta e intensa.

Se trata de una película masoca, si, pero no es gore, no es de mal gusto, no es explícita, no es violenta. Es una muestra de una diferente forma de amar, de una complicidad diferente entre dos seres humanos, el amor visto desde otro prisma que no hace daño a nadie ni siquiera a ellos mismos, aunque los prejuicios sociales nos hagan ver el tema como un gran tabú, como algo malo.

Maggie Gyllenhaal hace una interpretación brillante, con un personaje que tiene una evolución evidente, pero gradual, logrando el efecto de un rico plato que se cuece a fuego lento. Empieza la película con una joven introvertida con tendencia a la minusvalía mental y acaba con esa misma joven, convertida en una mujer fuerte que se conoce a si misma y se acepta tal y como es, sabiendo que no es el modelo “normal” de la sociedad, pero sintiéndose preciosa precisamente por eso, por su peculiaridad. No puedo imaginar a otro actor en el papel del abogado que a James Spader, esa mirada intensa y profunda, la impotencia de reprimir sus deseos más básicos, esa coraza que se pone de cara al mundo, no es si no, otra interpretación de aplauso que hace de esta película una obra de arte.

Los ambientes, el despacho, ese pasillo misterioso que lleva a la oficina de él, esa atmósfera lluviosa, clandestina, hacen que esta película tenga un ambiente de confidencia, en una historia de amor que se acaba sabiendo por todos.