Exit, descrita como amoral o serie escándalo del año en Escandinavia, se articula en torno a las entrevistas a cuatro exitosos inversores noruegos para un reportaje periodístico. La base real de la cinta son las declaraciones de estos fulanos, de mujeres que se vieron rasgadas por su misoginia, y de policías. Una materia prima potentísima que en la primera temporada se estruja con eficacia.

Se nos presenta al hombre depredador, autodestructivo y mentiroso. Durante la primera temporada, se descubren las personalidades podridas de los cuatro protagonistas con un humor negrísimo y una trama correctamente articulada. Exit no es Wall Street de Oliver Stone, no es El lobo de Wall Street de Martin Scorsese, no se centra en las carreras ni en las argucias financieras sino en los excesos de los cuatro ejecutivos, sus tóxicas relaciones familiares y su torcido sentido de la amistad.

Tiene el hipnotismo de series como Mad Men o Los Soprano: comparte con ellas tanto los protagonistas masculinos ruines como el ritmo fascinante marcado por las copas, las drogas y las resacas. Los cuatro intérpretes principales (Simon J. Berger, Pål Sverre Hagen, Tobias Santelmann y Jon Øigarden) están redondos en los diferentes rasgos sociópatas. Al sueco Simon J. Berger lo conocía de Estocolmo, estación central, y hay que decir que en Exit demuestra un especial talento para interpretar la villanía. No dejan resquicio para empatizar con sus vacíos existenciales pues no les resta una gota de humanidad entre tanta deshidratación alcohólica.

Con respecto a los roles femeninos, merece atención la interpretación de Agnes Kittelsen y su grito ahogado como forma de supervivencia o Ine Marie Wilmann en cuya aparente frialdad se esconde la tragedia de una existencia como objeto decorativo regado por el bótox y los Valium.

La serie ofrece una banda sonora puntual y exquisita, así como el gusto por los ambientes de Oslo y sus lagos. En el segundo capítulo, un plano de la casa de William (Pål Sverre Hagen) durante una fiesta a través del lago nos remite a la icónica visión de la mansión de El gran Gatsby.

Pero la genialidad se pincha en la segunda temporada. El eje de las entrevistas, que tan bien funcionaba, se acaba y nos quedamos cariacontecidos ante estos cuatro zumbados desfasando. Ya se nos ha desplegado en la primera temporada un muestrario de atrocidades hasta tener que apartar la vista de la pantalla. Así que en la segunda Øystein Karlsen se dedica a regodear la cámara en escenas ridículas como una larga conversación entre Henrik (Tobias Santelmann) y Jeppe (Jon Øigarden) sobre sus tejemanejes y negocios mientras una estriper les restriega el culo en la cara, una exposición de Henrik sobre el funcionamiento del mercado de valores que parece sacada de Wikipedia o un plano detalle gratuito del mismo inyectándose Viagra en el pene.

En conclusión, a la primera temporada le doy un ocho, por su adictivo humor misántropo, por hacernos odiar un poco más al ser humano. A la segunda temporada le doy un cinco.

Ciertamente no descubre ninguna sorpresa, pero hace un retrato veraz, digno, bastante completo y certero.

Se disfrutan las explicaciones sobre el proceso creativo (evolución, fases, inseguridades, hábitos, creencias, fortalezas) y el repaso a la personalidad y figura del artista precoz, prolífico y polifacético (monologuista, escritor, guionista, actor, director).

A la hora de exponer la obra, eché de menos la mención a algunas cintas y lo sentí por las que se trataron rápido, de pasada o en bloque (como "Todo lo que quiso saber sobre sexo...", "Septiembre", "Días de Radio", "Otra mujer", "Alice", "Todos dicen I love you", "Granujas de medio pelo", "Todo lo demás", "Scoop", "Si la cosa funciona", "El sueño de Casandra"), pero Weide tenía que elegir para no hacer un documental interminable, así, es muy equilibrado a la hora de repartir el tiempo entre las que escoge como más representativas y son bastantes. Las escenas que escoge de cada film son acertadas, y las hila bien cronológicamente utilizándolas para saltar de tema recurrente a tema recurrente. Consigue un buen retrato de la evolución del artista y un buen reflejo de sus diferentes fases.

También distribuye bien el tiempo dedicado a las declaraciones de los intérpretes, sobre todo destacan y brillan las mujeres: Diane Keaton, Mia Farrow, Mira Sorvino, Scarlett Johanson..., igual que en sus películas, eclipsa la belleza, inteligencia y potencia de ellas frente a los actores que se quedan más en la sombra. Los que aportan profundidad son Sean Penn de "Acuerdos y desacuerdos", o Josh Brolin "Conocerás al hombre de tus sueños" que aparece para tratar más a fondo el capítulo del trabajo de Woody con los actores.

Me gusta que Robert Weide dé su merecido tiempo y debate a la infravalorada "Stardust Memories", en contrapartida, no me gusta que no cuestione para nada la en mi opinión sobrevalorada "Medianoche en París"; pero esto es algo personal, ya que es la única película de Woody Allen que detesto, por considerarla ñoña, vacía, tonta y superficial, y me molesta el desproporcionado éxito cosechado ante las masas melosas, Robert B. Wide simplemente saca "Midnight in Paris" como cinta representante de una época de Gloria, sale hablando el descafeinado Owen Wilson, y nos los cierra con la imagen de la sonrisa del director.

Pero, como declara Woody en otro momento del documental, sacando una película al año, por fuerza saldrán algunas películas buenas (¡y tanto!). Como alguien más declara (no recuerdo quién, creo que su hermana), las que no son joyas al menos tienen todas algo interesante, ciertamente no hay ninguna película de su producción que no tenga algo interesante.

En el momento del rodaje del documental, Woody Allen estaba dirigiendo "A Roma con amor". Así que "Woody Allen: El documental" es un "work in progress", le va a faltar una segunda parte, ya que, como se narra, si Woody Allen resulta tan longevo como sus progenitores que vivieron un siglo, el creador todavía puede sacar bastantes obras más, estaremos ahí ansiosos por verlas y apreciarlas. Por ahora, ha sido un gustazo el merecido recorrido refrescante de este documental.

GANADORA DE CUATRO CÉSAR DE LA ACADEMIA FRANCESA: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz, Mejor Guión.
FESTIVAL DE VENECIA: Gran Premio del Jurado, Premio Fipresci Mejor Película, Premio Mejor Actriz Revelación.
ACADEMIA DEL CINE EUROPEO: Mejor Película del año, Premio de la Crítica.

Me satisface cuando compruebo que los laureados trofeos en la portada del DVD corresponden totalmente con la película que hay dentro, son suyos, los vale, reflejan el mérito y el trabajo que hay ahí, son merecidos, se ajustan, le corresponden sobradamente. Es el caso de "Cuscús".
Humana, real, verdadera, sensible, dura. "La graine et le mulet" es, si no la mejor, una de las mejores películas que he visto. Descarnadamente realista. Según la crítica de Javier Ocaña que viene en la ficha, "no les hubiese venido mal una poda a las reiterativas secuencias del plano intermedio". Discrepo, sin esas secuencias la película no tendría la particularidad que tiene ni provocaría el efecto de familiaridad con los personajes. Las largas secuencias (como la de la madre regañando a la niña por orinarse o la de la comida de los domingos) sólo ayudan a penetrar más y más en las casas, las vidas, los roles, las sensaciones y las relaciones de los personajes; llegan a agobiarte, a desear que se calle el típico cuñado cansino que se cree gracioso, a desear que la histérica de la nuera cese de despotricar (te hartas como si estuvieses en el pellejo de un familiar más desesperado), compartes con ellos el agobio, el desconcierto, el estrés de una trama que te atrapa, te atrapa, te atrapa, te absorve sin contemplaciones.
Las interpretaciones son todas acertadas, destacan por la sensibilidad Habib Boufares y Hafsia Herzi (padre/padrastro e hija/hijastra). Se agradece no ver en pantalla ni divos ni estrellas soltando diálogos artificiales, se agradece no ver a actores "haciendo de..."; se ven a los personajes, A LAS PERSONAS de carne y hueso con problemas, situaciones y charlas absolutamente creíbles; y todo maniobrado en el puro cine bien contado, con un tinte de documental en la primera parte debido a los movimientos de cámara de las escenas de jaleo cotidiano en interiores (e incluso algunas escenas de los astilleros me han recordado a Ken Loach y los diálogos improvisados por los obreros en "Riff Raff").