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España España · Madrid
Críticas de Perplejo
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
5
4 de mayo de 2013
37 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
La he visto algunos días con espíritu abierto porque sé la buena fama que arrastra. Pero no me acaba de hacer gracia. No puedo empatizar ni con los personajes ni con las líneas de guión. Pretende ser humor inteligente para todos los públicos, lo que no deja de ser algo contradictorio. Tiene ese regusto grasiento, viscoso, de pícaros y serios. Los pícaros traen mujeres a casa, los serios leen el periódico. Ya está. No son viciosos y depresivos. No son timadores y víctimas. No toman drogas recreativas y drogas de farmacia. No. Los malos sólo son molestos. Las discusiones son desencuentros. Las juergas no tienen resaca. Lo emotivo se queda en entrañable. Es América acolchada.

Carece de ironía o un punto de vista rebelde, no hay un giro. No hay verdadera provocación ni revela nada: no hay humor de verdad. Los chistes "burros" sólo son chistes verdes de púber de doce años. Es tan políticamente correcto que asusta. Creo que es una serie apoyada por los Iluminatti. O debe ser porque hay un niño de por medio y con los niños no hay que hacer experimentos. Son hermanos, son heterosexuales. Viven juntos por un azar del destino. El guapo triunfa y el feo come mierda. No piensen más.

Me da pereza desde que veo los spots de la televisión, pasando por la cabecera de la serie. Tiene algo almidonado, forzado. Esas sonrisas, esas poses de cartón piedra. Esa musiquita marchosa de ambiente de hipermercado. Los planos que se alargan para insertar risas enlatadas, las escenas con secundarios al fondo simulando conversaciones neutras, los extras que están como convidados de piedra sólo para soltar una oportuna línea de diálogo, la forma en cómo los personajes entran y salen de manera teatral en el mal sentido del término "teatral", la impresión de que todos los capítulos mantienen el mismo ritual rígido. Es como si ya no ilusiona a nadie de los que trabajan en la serie pero aguantan porque les da de comer.

Hay una palabra que expresa el grado mínimo de transgresión que creo que le va muy bien a esta serie. Es una serie "canalla".

Ay, qué canalla eres, Charlie...
Perplejo
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3
12 de abril de 2013
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
A lo mejor luego lo pienso y le encuentro más gracia pero acabo de verla y...

- Todos los personajes son adolescentes.
- El villano apenas lo es un ratito que no importa. El resto de los personajes, todos, son buenos. Peor aún, irritantemente bonachones.
- No se entienden los conflictos que tienen ni cómo se resuelven. Los conflictos duran cinco minutos y se les pasa enseguida como el berrinche de un niño pequeño.
- Nadie es carismático, Drácula apenas lo es un poquito, al principio. Luego evoluciona a ridículo.
- No es original el tema, ni la premisa, ni el tono ni la estética.
- Pretende hacer reír y llorar. Y lo consigue: las escenas emotivas dan risa y las cómicas dan mucha pena.
- La frase de: "en realidad los monstruos son ellos" en el clímax emocional, es indignante de lo puro torpe que es.
- Las escenas musicales que pretenden ser divertidas para los personajes... no lo son. Ni un poco.
- Los principales méritos del "héroe" para cambiar las normas centenarias, ganarse el amor de la chica y ablandar el corazón de Drácula hasta el punto de que éste está dispuesto a arriesgar su vida es, atención: tirarse en bomba a la piscina, tocar la guitarra con "actitud", montar en patinete y montar en una mesa camilla voladora.
- Todos los personajes son adolescentes.
Perplejo
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7
17 de septiembre de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si entendemos que una buena película debe ser "entretenida", con una estructura narrativa sólida, sin duda, esto nos va a parecer un experimento fallido. Si entendemos que una película de terror debe darnos "sustos" o imprimirnos imágenes macabras en nuestras pesadillas... tampoco la veremos como una buena película de terror.

Para quien no lo haya visto. La película/miniserie tiene formato teatral. Tiro de cámara fijo. Plano secuencia de una habitación. El encuadre nos muestra todo el "cubo" donde se desarrolla la acción a pesar de que en la mitad superior del plano no hay más que las paredes donde la sombra de las cabezas de conejo se proyectan. Así pues, los personajes, conejos antropomorfos, se mueven en la mitad inferior, lo cual los empequeñece, los aplasta. Nos da la sensación de observar desde una platea o de ser diosecillos divirtiéndose con las vicisitudes de criaturas inferiores y ajenas a nosotros.

Esta casa de muñecas está tétricamente iluminada y provista de lo mínimo, como un escenario tradicional. Colores extraños y opacos. La estética nos recuerda a las sitcoms antiguas, ¿años sesenta?, cuando las claves televisivas eran más burdas e ingenuas. A veces irrumpen efectos visuales, pocos, pero significativos. De fondo flota la banda sonora de Badalamenti, ya sabéis, minimalista, disonante y con un punto de ritual oscuro. Se agregan efectos sonoros como risas y aplausos enlatados que no funcionan como deberían. Lo que mejor funciona en el apartado sonoro son los silencios, las pausas.

He leído frecuentemente que Lynch pretende romper los códigos convencionales del cine e incluso hacer una crítica a las sitcom de la televisión. No lo creo, personalmente. David no pretende rebelarse contra esos códigos, al contrario, creo que conoce profundamente los resortes del montaje, los ritmos, los silencios, las luces, el color (es pintor), las miradas inducidas, las claves sonoras... tiene fe en su eficacia y las emplea para recrear un universo que no tiene nada de arbitrario, sino al contrario, es una constante obsesión en el cine de este autor. Lo que hace es tomar la expectativa que produce en el espectador esos elementos y usar nuestra educada visión para provocar desasosiego.

Los perturbador proviene de la ambiguedad. Lo insinuado pero no dicho. Los diálogos nos acotan ligeramente la relación entre los personajes pero no nos la aclara del todo. A veces hay expresiones -hasta monólogos que parecen plegarias- que dejan traslucir emociones pero la entonación, aún ahí, es neutra y en las máscaras de conejo ni siquiera apreciamos los ojos. Nos están hablando de laceración, de algo que debiera ser angustioso: ¿pero sufren? No lo sabemos a ciencia cierta. Las frases, que parecen un dialogo desordenado e inconexo, dan suficiente información para intuir un terrible secreto, pero no podemos adivinar la trama. Cada mirada, movimiento o pregunta va seguida de parones, reacciones inconexas y silencios, como si el tiempo y el espacio funcionaran de manera distorsionada. Nos evoca fantasías de experimentos, purgatorios, lugares del inconsciente, alucinaciones... Algunas escenas y frases hasta nos dan pistas de qué tipo de "mal" flota en el ambiente pero siempre queda como la mancha de un test de Rochard muy sugerente pero a la espera de que nosotros proyectemos la información completa. Parecen personajes que más que aterrados, están sufriendo resignadamente las consecuencias de algo. Parecen estar siendo castigados, de una forma existencialista o espiritual. Parece que sufren fuerzas que exceden su naturaleza, la naturaleza de los hombres conejo. Quizás se sepan observados por algo superior... ¿podemos ser los humanos espectadores? ¿Seremos nosotros los que inflingimos tal tortura?, ¿o sólo son el espejo de nosotros? La visión de esta película, en todo caso, es la pista de despegue de largas horas de especulación filosófica o espiritual. Lo cual, me parece, es un logro maravilloso.

A mí me parece que Lynch no hace surrealismo aleatorio. Al contrario, no da puntada sin hilo. Los resortes empleados están usados de forma astuta y precisa. Consigue provocarnos expectativas frustradas, temor a "algo", angustia existencial... Todo va al ritmo que debe. Con las dosis justas. Los colores, la iluminación, la entonación de los actores, los silencios, los "sucesos" dosificados, los símbolos y claves esparcidos... No hay que ser un espectador especialmente sensible o predispuesto: la perturbación profunda está asegurada. Cuando digo "profunda" no quiero decir intensa sino proveniente de nuestro núcleo espiritual (con perdón). Por eso más que miedo o terror, creo que habría que hablar de angustia. No es de extrañar lo que dice Lynch acerca de cómo la meditación trascendental mejora su obra.

Ambas influencias, la de las artes plásticas y la de la meditación, están bien claras y confluyen de modo maravilloso.

Me cuestiono si era necesario alargar la experiencia durante cincuenta minutos por el mero hecho de aumentar la sensación de agobio o claustrofobia. Si veo un primer plano de una señora pelando patatas durante dos horas seguro que me provoca angustia pero no por ello consideraré que alargar el formato es un recurso genial. En esta producción he tenido la sensación de que los mismos recursos empezaban a repetirse sin aportar nada más que tedio o impaciencia. La intensidad de la experiencia iba menguando conforme me aclimataba a la sensación de angustia (quizás porque está diseñado como episodios de nueve minutos). Esto es la mayor pega que le pueda poner. Si adelantamos el vídeo y lo vemos a saltos, la integridad de la obra no se resiente. La homogeneidad de la cinta parece traicionar la temporalidad de una obra audiovisual y se convierte en una "textura", una especie de GIF en bucle.

"Rabbits" hay que verla es un momento especial pues no es una experiencia satisfactoria en términos convencionales. Pero sí que es una experiencia significativa y rica.
Perplejo
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3
31 de mayo de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estaba dudando entre ponerla un 4, un 5 o un 6. Al final he sido benévolo por los aspectos técnicos. De hecho, técnicamente es muy meritorio - y caro - rodar en el mar y conseguir buena fotografía y buenas escenas. La banda sonora es buena, de hecho, muy buena. ¿El vestuario y le maquillaje? No está mal, algunas diseños me parecen algo inverosímiles pero para nada es "cutre". Y en algunas escenas la dirección de arte tiene mucho oficio y presupuesto.

¿Entonces qué pasa?, ¿por qué este maltrato?, ¿por qué todos contra Kevin?

He meditado un poco sobre la recepción del espectador ante esta película. Se mezclan varios factores:.

1. El hecho de que Kevin Costner pueda ser considerado un advenedizo en la dirección - aunque haya ejemplos como ARGO -.

2. Saber que la película es una de las más caras de la historia con lo que a uno le baja el umbral del dolor y no soporta ver ciertas cosas que perdonaría en producciones humildes.

3. La presión social ya que Waterworld es un lugar común entre las películas fiasco. Y, admitámoslo, una excelente película da tanto juego como una película pésima para pasar el rato comentando entre amigos. Pero que Kevin conste que en mi caso la vi sin conocer nada de ella y también me pareció un truño como un puño.

4. La razón más importante a mi parecer: la enorme desproporción entre la exuberancia de los aspectos técnicos y el "alma" de la película. Un guión absurdo, desmadejado, adolescente y bastante kitsch si tenemos en cuenta que la raza humana se extingue por deshidratación. Es como una novela mala de ciencia ficción encuadernada en piel con pan de oro. De lo sublime a lo ridículo en pocos minutos.

Enumerar los elementos irritantes en el mundo de Waterworld es meterse en un jardín del cual podría no salir jamás. Pero estoy seguro de que leyendo las demás críticas podrán obtener un buen listado de ellas.

¿Que hay películas peores? Sí, por supuesto. Pero pocas películas fueron ocasiones tan desperdiciadas como Waterworld. De ahí, creo yo, el castigo. Escatimaron en lo más barato que, sin embargo, era también lo más valioso.
Perplejo
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Las trillizas de Belleville
Francia2003
7,5
14.265
Animación
8
28 de marzo de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy un gran admirador del anime japonés y le pregunté a una amiga que sabe mucho más que yo: ¿nos provoca tanta fascinación la animación japonesa porque su cultura nos resulta exótica o porque saben mejor lo que hacen?

Y entonces me recomendó ver esta película.

Cómo me alegra comprobar que en Europa también se puede hacer un tipo de animación exquisitamente perturbador y emotivo. El dibujo, el color y el movimiento es maravillosamente expresivo. El diseño de los personajes, en sí mismo, merece un premio. Llena de símbolos con fuerte personalidad, sin clichés. Tiene toda el poder evocador y la resonancia subconsciente que admiro de la animación de allí pero con la idiosincracia de aquí (con permiso de los franceses).

Quizás les resulte chocante su estética feísta o sus situaciones sórdidas. El humor es negro y marrón como el de un Chaplin a punto de suicidarse con barbitúricos. Sus personajes son, en ocasiones deprimentes, vacíos o aberrantes. Da la sensación de que los productores y guionistas han sido injustamente despiadados con el mundo que han creado. Aún así, el conjunto de todo es extrañamente compasivo. Si es un canto a La France, es el canto de una vieja y larga relación que te tiene harto pero de la que, al mismo tiempo, ya no puedes prescindir.

Por decir algo malo: en ocasiones creí advertir algunas inconsistencias en el guión, no tanto por la falta de causalidad o verosimilitud sino por el peso relativo de las escenas. Ciertos acontecimientos que ocupan minutos y memoria en el espectador al final no valían para nada más que para dar ambiente. Y al revés, hechos anecdóticos son el apoyo de un giro de guión posterior. En ocasiones he sentido que la atmósfera surrealista ayudaba a justificar estas anomalías y que no era algo intencionado.

Qué bueno es ver que la animación se gana un terreno que sólo a él le pertenece. Y que no hay que salir a buscarlo todo demasiado lejos.
Perplejo
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