Una de las pocas series que sin recurrir al estilo de las series ''anime'' japonesas, o los dibujos animados disney, consiguió criar a más de una generacióin, tratando temas tan controvertidos como la muerte, la deformidad y el mundo de los monstruos, mediante un protagonista, cuyas virtudes son la radicalización de los defectos del hombre, acompañado de un perro huesudo y una serie de personajes, a cada cual más pintoresco.
Una serie única, que puso el listón muy alto en cuanto a la innovación en los dibujos animados.

A veces una película trata un tema con tintes dramáticos, pero a veces ese dramatismo, no recae en los actores, ni en los planos, sino en la esencia propia de esa niñez que se nos escapa con los años. La alternancia de comic con realidad es cuanto menos fascinante. Una película para unos pocos, inspirada en los sueños de muchos...

Tóxica, corrosiva, dura, barroca, pesada, enferma, cancerígena y casposa...
pero siempre conservando una amoralidad absoluta fuera del raciocinio lógico, conservando el espíritu de sus antecesoras, más que nunca.

Preciosa y absolutamente oscura. En ningún momento predecible; sorprendente y ciertamente terrorífica. Crítica al aburguesamiento francés, a la deriva del artificialismo, y a la fragilidad del ser humano. Fría, con interpretaciones de personajes atrapados en sí mismos, en la debilidad, en el miedo. Hanake es un genio, y su cámara un espejo donde poder ver el miedo como pocas veces se ha visto antes, bailando en la oscuridad.

Poesía, algo tan absoluto y a la vez tan en escasez en el cine. Depardieu emprende una labor tan importante como superar a José Ferrer en el papel de recitador y amante, y realizando un papel muy similar, con el gran matiz de la constante rima, consigue hacernos sentir esa poética, oculta y quizás yaciente del siglo XXI; Cyrano, a través de una temática de latido y sombra, consigue acercarnos a la lux del corazón humano.