Típica comedieta rodada bajo el espíritu de "El pueblo unido jamás será vencido" o "De la barca de Chanquete no nos moverán" (versión secarral neomexicano). Robert Redfort se pone el poncho del pintoresquismo y la santurronería, de la exaltación del pueblo llano y de la solidaridad entre los desheredados de la tierra y contrata a medio Hollywood para rodar una película maniquea, plomiza, asexuada, paternalista y tontorrona. El mayor milagro de esta película -aparte de su mera existencia, inexplicable desde todos los puntos de vista- es que les dieran el óscar por la banda sonora, realmente insoportable (bueno, qué estoy diciendo, ni que los óscar fueran sinónimo de calidad; nada, nada, retiro lo dicho: se merece este óscar y el de mejor director y mejor película y mejor tacto rectal al espectador).