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Voto de Pedro_Moraelche:
9
Drama Mary Ann Robinson, una chica que vive en el Bronx, Nueva York, con su neurótica y autoritaria madre, y con su amable pero ineficaz padrastro, es violada mientras camina hacia su casa una noche. Mary Ann guarda el secreto de su ataque, se escapa buscando perderse en Manhattan, alquila un piso de mala muerte y toma un trabajo en una tienda. Abrumada por la hostilidad de la gente y su propia desesperación, Mary Ann intenta saltar desde el ... [+]
28 de junio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo salvaje es una película fuera de lo común, como lo era su recientemente fallecido director Jack Garfein, un judío ucraniano superviviente de los campos de exterminio nazis (el único de toda su familia) y que, una vez en Estados Unidos, desarrolló una importante carrera como director teatral e impulsor del célebre Actor’s Studio. Sólo dirigió dos películas, El extraño (donde abordaría el tema de la homosexualidad) y Algo salvaje, protagonizada por su pareja Carroll Baker. Garfein tuvo que acostumbrarse a burlar una censura estadounidense cuyo puritanismo, racismo y fanatismo estableció unos patrones de tratamiento de argumentos y personajes difíciles de evitar. De hecho, la crítica no fue nada comprensiva con esta película.

Tras unos magníficos títulos de crédito diseñados por el gran Saul Bass, y centrados en los movimientos de una ciudad deshumanizada y hostil, el conflicto arranca sin demasiados preámbulos: una estudiante introvertida, Mary Ann Robinson (soberbia Carroll Baker) que vive dominada por una madre exasperada e hiperprotectora, es asaltada y violada por un desconocido de regreso a casa. La escena de la violación es seca y cruda, y será el determinante de un cambio radical en la vida de la chica. Garfein opta por un desarrollo detallista y convincente de la psicología de los personajes, muy propia del Método teatral: importa el detalle de los gestos y acciones, los silencios, las miradas reveladoras, la asimilación de las reacciones y la verosimilitud de las acciones. A pesar de la buena banda sonora del famoso compositor Aaron Copland, es en los silencios interiores y en el apabullante ruido exterior donde el dramatismo de la soledad indefensa alcanza sus cotas más tensas, gracias también a una excelente fotografía de Eugen Schüfftan, de bellos claroscuros.

Asistimos al desarrollo del fuerte estrés postraumático de Mary Ann, que no cuenta nada a su familia y, presa de un agobio insoportable y de un terrible miedo al contacto humano, decide escaparse de casa, sin rumbo ni objetivo, para buscarse la vida: empleos mal pagados, pensiones sórdidas y compañeras y vecinas hostiles la llevan al límite del suicidio. Es salvada por Mike (interpretado por un teatral y ambiguo Ralph Meeker), un mecánico fracasado y borracho, que la acoge en su miserable vivienda para después secuestrarla. Mary Ann le golpea y le salta un ojo cuando regresa borracho a casa e intenta abalanzarse sobre ella. Las escenas del cautiverio, con sus silencios y sus acciones dilatadas, provocan una dilatada angustia sólo rota por saber el final: ¿qué es lo que quiere realmente el secuestrador de Mary Ann y qué hará esta? El desenlace puede ser controvertido y no gustar demasiado hoy día, pero como le dice Mary Ann a su escandalizada madre: lo que ha pasado, ha pasado. Y no sabemos si es lo que tenía que pasar, si la decisión final de Mary Ann es producto del síndrome de Estocolmo o si, sencillamente, se han subvertido las reglas y la moral y es entonces, y no antes, cuando Mary Ann encuentra libremente el sentido a su vida.

Película interesante, absorbente, muy bien filmada, insólita para su época pero contundente y veraz, un descenso a los infiernos que al final no lo es, y eso a veces descoloca porque no sabemos dónde estaba realmente el infierno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro_Moraelche
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