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Voto de LennyNero:
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Terror
Bette llega a Lisboa por motivos de trabajo, donde encuentra a Virginia, antigua compañera de internado, la cual está acompañada por Roger. Los tres deciden pasar unos días en un parador de turismo. Viajan en un pintoresco tren y pronto se despiertan los celos entre las dos amigas. Virginia decide bajarse del tren y llega a un pueblo desierto presidido por una abadía. Se acomoda en una de las casas y se dispone a dormir, cuando empiezan ... [+]
24 de julio de 2009
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los primeros años 70 no era de extrañar que el régimen franquista censurara abiertamente al cine de género español. No en vano esta clase de films suponía un soplo de aire fresco, una forma un tanto lateral, si se quiere, de poder mostrar aquello que estaba prohibido. Erotismo de baja intensidad, desnudos femeninos, libertad sexual….Todo ello formando un miasma que debía saber a gloria para aquellos que necesitaban respirar aire fresco y una condena para quién había hecho de las cadenas artísticas (y de todas clases) su forma de vida. Sí, el género fantástico y de terror, pese a su escasez de medios representaba una vía de escape ideológica para muchos y, además, una nueva forma de exploración del arte cinematográfico, un manual de estilo donde la escasez de medios obligaba a buscar nuevos recursos estilísticos, una manera, en definitiva de reinventar el anquilosado cine español.
Lo realmente sorprendente del caso es que con la llegada de la democracia y las libertades no sólo no se reconociera la aportación de gente como Jesús Franco o Amando de Ossorio sino que las mentes intelectuales preclaras de las instituciones públicas decidieran borrar a golpe de subvención la posibilidad de seguir realizando estos films en beneficio de un cine, llamémoslo de calidad. El resultado final es de sobra conocido, el cine español convertido en un páramo donde sus producciones, en la gran mayoría de los casos, se mueven entre la comedia de tono mas chusco, la temática guerra civilesca, la intelectualización pedante a lo Isabel Coixet o los dos islotes de presunta calidad llamados Almodóvar y Amenábar.
Esto no significa en absoluto que films como La noche del terror ciego (1971) fueran un dechado de calidad ni mucho menos, pero sin embargo sí aportaban una serie de valores cinematográficos destacables. De entrada hallamos algo tan postmoderno como la autoreferenciación y el lenguaje metacinematográfico. Efectivamente Ossorio demuestra conocer por donde van los tiros de la cinamtografía de terror de la época y nos manufactura un producto que respira, en cuanto a ambientación, a cualquier producto de la Hammer y cuya temática y desarrollo encuentra ecos en el Romero de La Noche de los muertos vivientes. Sin embargo el cineasta, lejos de explotar el filón y realizar un ejercicio de mimetismo decide pasar la trama por el filtro histórico y convertir lo que podría ser un mero film rutinario de zombis en una original apuesta por un elemento histórico y, a la vez fuente de mitología como son los caballeros templarios.
El propósito no es evidentemente trazar un relato cuyo rigor sea exacto, más bien se trata de utilizar este elemento medieval como un telón de fondo sobre el que explorar ciertos aspectos de la sociedad del momento. Aunque pueda parecer una necesidad consecuencia de los escasos recursos económicos disponibles, el hecho de estar rodada en Portugal habla de una huida de los posibles problemas con la censura española. (sigue en spoiler)
Lo realmente sorprendente del caso es que con la llegada de la democracia y las libertades no sólo no se reconociera la aportación de gente como Jesús Franco o Amando de Ossorio sino que las mentes intelectuales preclaras de las instituciones públicas decidieran borrar a golpe de subvención la posibilidad de seguir realizando estos films en beneficio de un cine, llamémoslo de calidad. El resultado final es de sobra conocido, el cine español convertido en un páramo donde sus producciones, en la gran mayoría de los casos, se mueven entre la comedia de tono mas chusco, la temática guerra civilesca, la intelectualización pedante a lo Isabel Coixet o los dos islotes de presunta calidad llamados Almodóvar y Amenábar.
Esto no significa en absoluto que films como La noche del terror ciego (1971) fueran un dechado de calidad ni mucho menos, pero sin embargo sí aportaban una serie de valores cinematográficos destacables. De entrada hallamos algo tan postmoderno como la autoreferenciación y el lenguaje metacinematográfico. Efectivamente Ossorio demuestra conocer por donde van los tiros de la cinamtografía de terror de la época y nos manufactura un producto que respira, en cuanto a ambientación, a cualquier producto de la Hammer y cuya temática y desarrollo encuentra ecos en el Romero de La Noche de los muertos vivientes. Sin embargo el cineasta, lejos de explotar el filón y realizar un ejercicio de mimetismo decide pasar la trama por el filtro histórico y convertir lo que podría ser un mero film rutinario de zombis en una original apuesta por un elemento histórico y, a la vez fuente de mitología como son los caballeros templarios.
El propósito no es evidentemente trazar un relato cuyo rigor sea exacto, más bien se trata de utilizar este elemento medieval como un telón de fondo sobre el que explorar ciertos aspectos de la sociedad del momento. Aunque pueda parecer una necesidad consecuencia de los escasos recursos económicos disponibles, el hecho de estar rodada en Portugal habla de una huida de los posibles problemas con la censura española. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Es fácil identificar y asociar ese ambiente de pobreza, atraso y superstición del país luso, sin duda también provocado por la dictadura de Salazar, a la vivida en España. Una forma económica y a la vez inteligente de poder esquivar posibles problemas y a la vez establecer una falsa pero útil comparación entre ambos países.
Precisamente en lo económico se basa la estructura narrativa del film, permitiéndose establecer un relato lineal, trufado de elipsis y con apenas alguna concesión al flashback, utilizándolo más como un vehículo del elemento exploitation que como elemento narrativo necesario. Ossorio demuestra en ello ser un conocedor de cual es elemento de gratificación que busca su público y en este sentido se puede calificar como un cineasta concienciado y preocupado por demostrar que más allá de la trascendencia o no de lo filmado lo importante es articular productos de entretenimiento capaces de satisfacer a aquellos que lo visionan. Este es pues un ejemplo de autor que no se relame en su propia obra, que no filma para su propio placer sino que lo halla satisfaciendo a sus receptores.
Para ello no se duda en ningún momento en mostrar todos los elementos tradicionales en esta clase de films, desnudos más o menos gratuitos, elementos gore y una ambientación tenebrista más pretendida, todo hay que decirlo, que conseguida. Hay evidentemente signos de la escasez de medios como unos intérpretes que bordean la ineptitud, fallos de raccord de continuidad más que evidentes y una cierta dispersión argumental que hace desembocar al film por derroteros que podrían calificarse como sorprendentes cuando no directamente rocambolescos.
Sin embargo el buen hacer de Ossorio se muestra en su intencionalidad, en el acertado uso de recursos como el zoom (combinándolo por momentos con el sonido en una de las escenas más memorables por su capacidad de generar tensión), el ralentí o la panorámica. Pero donde el cineasta saca todas sus cartas es un apoteósico desenlace que muestra todo su deseo de evitar a toda costa el happy ending, mostrando una rabia y pesimismo que habla tanto de su evidente falta de cariño por sus personajes ( a los que durante todo el film ya representa como seres egoístas y amorales) como de desprecio por la condición humana en general. Una forma como cualquier otra de denunciar la marginación de un cierto tipo de cine y la situación de evidente falta de libertad en España. Significa que en el fondo los templarios no dejan de ser unos revolucionarios? Quizás, pero esta actitud nos habla más de un cine anarquista y visceral, nos habla de un cineasta libertario queriendo romper las cadenas de la mediocridad.
Precisamente en lo económico se basa la estructura narrativa del film, permitiéndose establecer un relato lineal, trufado de elipsis y con apenas alguna concesión al flashback, utilizándolo más como un vehículo del elemento exploitation que como elemento narrativo necesario. Ossorio demuestra en ello ser un conocedor de cual es elemento de gratificación que busca su público y en este sentido se puede calificar como un cineasta concienciado y preocupado por demostrar que más allá de la trascendencia o no de lo filmado lo importante es articular productos de entretenimiento capaces de satisfacer a aquellos que lo visionan. Este es pues un ejemplo de autor que no se relame en su propia obra, que no filma para su propio placer sino que lo halla satisfaciendo a sus receptores.
Para ello no se duda en ningún momento en mostrar todos los elementos tradicionales en esta clase de films, desnudos más o menos gratuitos, elementos gore y una ambientación tenebrista más pretendida, todo hay que decirlo, que conseguida. Hay evidentemente signos de la escasez de medios como unos intérpretes que bordean la ineptitud, fallos de raccord de continuidad más que evidentes y una cierta dispersión argumental que hace desembocar al film por derroteros que podrían calificarse como sorprendentes cuando no directamente rocambolescos.
Sin embargo el buen hacer de Ossorio se muestra en su intencionalidad, en el acertado uso de recursos como el zoom (combinándolo por momentos con el sonido en una de las escenas más memorables por su capacidad de generar tensión), el ralentí o la panorámica. Pero donde el cineasta saca todas sus cartas es un apoteósico desenlace que muestra todo su deseo de evitar a toda costa el happy ending, mostrando una rabia y pesimismo que habla tanto de su evidente falta de cariño por sus personajes ( a los que durante todo el film ya representa como seres egoístas y amorales) como de desprecio por la condición humana en general. Una forma como cualquier otra de denunciar la marginación de un cierto tipo de cine y la situación de evidente falta de libertad en España. Significa que en el fondo los templarios no dejan de ser unos revolucionarios? Quizás, pero esta actitud nos habla más de un cine anarquista y visceral, nos habla de un cineasta libertario queriendo romper las cadenas de la mediocridad.