"La presencia" es un filme que recurre al terror clásico, ese que está en vía de extinción producto de tanta cámara en mano y falso documental. La cinta vuelve nuevamente a las casas embrujadas y solitarias, a las grabaciones de audio con canciones de cuna que te recuerdan la de "1,2,3" de Freddy Kruguer, y a espectros que no dejan en paz a los protagonistas. Quizá sea este el único mérito de la cinta.

Por lo demás se puede decir que "La presencia" es una cinta fácil de olvidar, casi amateur, que presenta el desarrollo de una trama que no tiene cabeza, ni pies, ni manos, ni nada. Que usa el tema de la homosexualidad como anzuelo para atraer público, pero que al final no manifiesta influencia alguna en el desarrollo del filme. En efecto, pudieron ser dos hombres, un hombre y una mujer, o en su defecto un padre y su hija, quienes protagonizaran la película. Nada hubiese cambiado!!

La actuación de Julián Teurlais como el padre Emilio es de lo más destacado de la película, a diferencia de lo propuesto por Silvia Vacas e Isabel Garzo (tal vez la primera más asentada que la segunda), cuyas performances no llegan a buen término en la tarea de escenificar a dos chicas aterradas, y mucho menos logrando tener el efecto o el feeling que se esperaba que tuvieran como pareja sentimental.

El argumento de la cinta es de lo más barato, y para eso si que no se necesita dinero. La primera historia se encuentra casi unida por la casualidad con la segunda, y el desenlace final de la película parece ser una inocentada.