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Voto de guino:
10
7,2
1.324
Drama. Romance
Aida es una pobre y bella muchacha, bailarina en los tugurios de Milán, que es seducida por un señorito de Parma. Pero la inocente joven es abandonada cuando da un paseo con él en su descapotable. Intentando localizarle, Aida pregunta por él en la mansión en que vive su familia. Ante el desconsuelo y desamparo de la chica, el hermano del seductor, un adolescente, se apiada de ella y le ofrece su ayuda. Inevitablemente se enamora de la hermosa mujer... (FILMAFFINITY) [+]
10 de febrero de 2010
30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer volví a ver "La chica con la maleta", del maestro olvidado Valerio Zurlini. La veo unas dos veces al año, cada vez me gusta más. Es un film único, irrepetible, tierno, crudo, romántico, escéptico. Sus actores son magníficos, su fotografía exacta e impresionista, aunque surja del neorrealismo. Las escenas de la playa están tan bien rodadas, con tanto detalle por la climatología y la luz, que sabes que no es la hora apropiada, que es un día pasado por el alcohol y la resaca, esa luz cruda y asquerosa que saca lo peor de ti. SI hay un cine que ahora resulta totalmente antagónico al cine actual,l es el cine de Zurlini, un director que se basa en el paisaje para descubrir el estado de ánimo de sus personajes. ¿Cómo el cine actual, con una fotografía fosforescente, con brillos quemados blancos sobre el rostro y cielos más blancos aún, pueden describir las particularidades de un trozo de vida? El cine de Zurlini es una buena bofetada a este nuevo cine infantiloide, de estética artificial. Pero lo peor es que un actor como Jacques Perrin, es simplemente imposible de encontrar, pertenece ya otro planeta que un día fue este. Y cuando acabó la película, maldije el puñetero cine moderno (gabachos incluidos), el Hollywood contemporáneo y la madre que parió a los Goya (que no al gran maestro aragonés)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y de repente, en el último plano de la secuencia, todo ha cambiado, la luz es de atardecida, lo peor ha pasado, se levanta el viento, sabes que ya estás en sintonía con el paisaje y entonces un plano sublime, histórico, con Jacques Perrin abrazando a Claudia Cardinale con todo el alma que puede demostrar un actor. Es un plano algo contrapicado, Perrin permanece alto, apoyando su cabeza sobre la cabeza escondida de Cardinale, Perrin rompe el tácito lazo que une al espectador con la pantalla para arrebatar un trozo de vida y Zurlini está ahí, como un pescador paciente