Sólo la podemos valorar si nos olvidamos de que es una película al uso y la tomamos por lo que es; una sucesión de disparates, entre los que destaca aquel en que el personaje representado por Willie Davis (conocido jugador de beisbol afroamericano) se hace pasar, junto a sus compañeros, por un integrante de la Wehrmacht para infiltrarse tras la líneas alemanas... sin deparar la más leve sospecha (en mi opinión el mejor gag de la cinta). Pero ante todo es un producto para el lucimiento, la exageración, el exhibicionismo y la exuberancia de Jerry Lewis; un actor con el que tanto me reí de niño cuando reponían sus películas por televisión pero que con el paso del tiempo cada vez me aburre más. Qué le vamos hacer, serán cosas de la edad… Así que sólo la recomiendo a aquellos que disfruten con tan peculiar humorista. Y a quienes quieran acercarse por primera vez al humor de Jerry Lewis, mi consejo es que lo hagan con alguna otra película algo más anterior, y algo más coherente, cómo “El botones”, “El ceniciento”, “El profesor Chiflado” o “Tres en un sofá”.

Y para que se hagan una idea, su argumento viene a ser el siguiente:
Field Marshal (Jerry Lewis) es un empresario de éxito que, al entrar los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, intenta alistarse pero es rechazado. Esto, para su carácter es inaceptable, con lo que decide crear su propio ejército privado, conformado por otros a los que también se desestimó su solicitud para incorporarse a filas. Y, con más ánimo que pericia, partirán hacia el frente europeo, si es que lo encuentran, con la intención de ganar ellos solos la guerra,