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España España · Gijón
Voto de daCapo78:
4
Western Mannaja captura a un bandido fugado y va al pueblo más cercano para cobrar la recompensa. Pero el pueblo se encuentra en manos de una banda de asesinos capitaneada por Valler, y sin sheriff. Mannaja se juega al póker con Valler la recompensa del bandido... (FILMAFFINITY)
26 de julio de 2011
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este tardío spaghetti del 77 tiene la meritoria consideración de certificado de defunción del género. De entrada, es de agradecer que sus responsables no estuvieran pensando en convertirla en tal cosa (impresión que si que da la presuntuosa “Keoma” de un año antes) y que obvie el humor de garrafón que había terminado de degenerar el subgénero durante sus últimos años.

Para mí, el punto fuerte del western europeo siempre estuvo en el carisma de los protagonistas y en su capacidad para producir detalles, situaciones y momentos capaces de trascender la propia película. Así a bote pronto y sin recurrir a Leone se me ocurren el grito de “Cuchillo se va…!!!” de Tomas Millian en “El halcón y la presa”, el duelo con jarra de cerveza de por medio en “Joko invoca a Dios… y muere” o los consejos de Lee Van Cleef a Giuliano Gemma en “El día de la ira”, pero hay ejemplos a patadas . Sin embargo en muy pocas ocasiones esas perlas encontraban el engarce suficiente, debido a unas historias intercambiables repetidas hasta la saciedad y unos guiones anecdóticos con nula progresión narrativa (ya no digamos dramática).

Este caso es un buen ejemplo de todo ello; todo empieza con la recurrente escena de caza de un forajido y la llegada del protagonista al aún mas recurrente pueblo sin ley bajo el dominio de un omnipresente patrón. A partir de ahí la historia se enroca en los lugares comunes habituales: cruces de miradas, engarradas, tiroteos, cacicadas… la cosa no empieza a avanzar hasta pasados los tres cuartos de hora, cuando empieza una sucesión de giros de guión que, tras alguna escaramuza mas, nos lleva hasta el inaplazable duelo final. No ayuda tampoco el blandito Maurizio Merli, que encima acaba medio enamorao (esas cosas a Lee Van Cleef no le pasaban…)

Con todo, no faltan los detalles desperdigados, como los dos enormes mastines que acompañan siempre al villano, ni la escena-antológica-de-turno (al prota le aplican un primitivo “experimento Ludovico” con astillas clavadas en los párpados), y cabe reconocerle a Sergio Martino cierta clase en algunos momentos, como el montaje paralelo entre un baile de coristas y una matanza al ralentí (¿alguien ha dicho Peckinpah…?) o en la primera y última secuencia, ambas apenas intuídas a través de una espesa niebla que las envuelve en un halo fantasmagórico inexistente no obstante en el resto del metraje.
daCapo78
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