He aquí una de esas premisas difíciles de olvidar: un hombre (Anthony Edwards, alias "calvo simpático de Urgencias") tiene su primera cita con una mujer (Mare Winningham con varios Emmy en su haber). Nervios, torpezas, alguna risa... Hasta ahí todo normal y predecible pero alguien llama al teléfono del bar donde se encuentran, alguien que ha marcado mal... Y eso les cambia la vida. El fin del mundo se acerca y el tiempo comienza a contar desde ya.

La película, pese al paso del tiempo, sigue resistiendo un visionado a día de hoy. Es cierto que no tiene a actores guapos y famosos pero eso hay que considerarlo parte de la apuesta de esta cinta: contar una historia apocalíptica de la clase media. Y como tal es curiosa e interesante.

Su virtud reside precisamente en la historia que trata de contar, directamente influida por esa década de guerra fría y retórica conservadora que hizo temblar a medio mundo (el otro medio no tenía tele) pero sin centrarse en él. El miedo al fin y al cabo es una excusa argumental para centrarse en unos personajes urbanos, solitarios, que trabajan duro cada día en empleos sin glamour y "viven una vida de tranquila desesperación". Es por ello que aún funciona para el espectador del siglo XXI.

Pero claro, una cosa es la intención y otra distinta la ejecución. Si bien la película es una "rara avis" con talento, no puede renunciar a su deliverado tono indie y a sus motivos ochenteros, desde la ropa hasta esa clase de personajes planos y excéntricos que si bien no son los personajes centrales sí todos los que orbitan a su alrededor. Uno en ciertos momentos tiene la impresión de que alguna de las mujeres al borde de un ataque de nervios se ha colado en la peli... Y no desentona demasiado.

Lo mejor: Su premisa argumental.

Lo peor: Que en conjunto sea una película con cierto aire anecdótico.

Lo curioso: Su extraordinario parecido con "Monstruoso" en algunas ocasiones.