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Voto de Carorpar:
7
11 de noviembre de 2018
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tenía noticia de “Kicking & Screaming”; claro que, habida cuenta del número de críticas hasta la fecha aquí publicadas (una), no parezco ser el único. Ni que decir tiene que su visionado me ha causado una sorpresa por demás agradable. Gracias le sean dadas a Netflix por la recuperación de joyas, cómo ésta, caídas en un injusto olvido.
Hace años —décadas incluso— que no se ruedan cintas en las que aliente un espíritu tan desacomplejadamente generacional. Sospecho el porqué. El “millennial” está tan ensimismado en la insignificancia de su propio ombligo digital que no concibe siquiera la posibilidad de pertenecer a nada más amplio que sí mismo, salvo los grupos de “whatsapp”, páramos intelectuales donde sólo se oye el eco de las decenas de solipsismos compartidos. Si acaso, y en (sobre) explotación del boyante negocio de la nostalgia, se nos adormece con estilizados sucedáneos “revival”, mentirosa recreación de una época cuyas imposturas se hacen especialmente flagrantes cuando topa uno con obras de la talla de “Kicking & Screaming”.
La película de Noah Baumbach es una delicia “indie” en el sentido original del término y no en la actual versión IKEA del mismo: sus protagonistas fuman como carreteros y visten enormes pantalones de pana. Si bien es cierto que algunos diálogos resultan poco creíbles dada la abundancia de referencias cultas con que vienen salpicados —o quizá sólo hoy, cuando nuestros universitarios no tienen ni idea de nada, siquiera vergüenza de su ignorancia—, no lo es menos que el realismo exacerbado no se cuenta precisamente entre las metas principales de “Kicking & Screaming”. Antes al contrario, Baumbach —quien también firma el guión— apunta a una reflexión, en absoluto superficial pese al despreocupado envoltorio, acerca del paso del tiempo, el acceso a la vida adulta y el lógico anhelo, una vez desvelada su gris crueldad, de regresar a un pasado arcádico, por desgracia ya irrecuperable.
En fin, nadie lo dijo mejor que Jaime Gil de Biedma en sus versos eternos: “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”. Por mi parte, no hay día que no añore los veintidós años, y pronto habrán transcurrido quince desde entonces.
Hace años —décadas incluso— que no se ruedan cintas en las que aliente un espíritu tan desacomplejadamente generacional. Sospecho el porqué. El “millennial” está tan ensimismado en la insignificancia de su propio ombligo digital que no concibe siquiera la posibilidad de pertenecer a nada más amplio que sí mismo, salvo los grupos de “whatsapp”, páramos intelectuales donde sólo se oye el eco de las decenas de solipsismos compartidos. Si acaso, y en (sobre) explotación del boyante negocio de la nostalgia, se nos adormece con estilizados sucedáneos “revival”, mentirosa recreación de una época cuyas imposturas se hacen especialmente flagrantes cuando topa uno con obras de la talla de “Kicking & Screaming”.
La película de Noah Baumbach es una delicia “indie” en el sentido original del término y no en la actual versión IKEA del mismo: sus protagonistas fuman como carreteros y visten enormes pantalones de pana. Si bien es cierto que algunos diálogos resultan poco creíbles dada la abundancia de referencias cultas con que vienen salpicados —o quizá sólo hoy, cuando nuestros universitarios no tienen ni idea de nada, siquiera vergüenza de su ignorancia—, no lo es menos que el realismo exacerbado no se cuenta precisamente entre las metas principales de “Kicking & Screaming”. Antes al contrario, Baumbach —quien también firma el guión— apunta a una reflexión, en absoluto superficial pese al despreocupado envoltorio, acerca del paso del tiempo, el acceso a la vida adulta y el lógico anhelo, una vez desvelada su gris crueldad, de regresar a un pasado arcádico, por desgracia ya irrecuperable.
En fin, nadie lo dijo mejor que Jaime Gil de Biedma en sus versos eternos: “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”. Por mi parte, no hay día que no añore los veintidós años, y pronto habrán transcurrido quince desde entonces.