Gracias a su gran habilidad para conseguir en sus películas que la sombra de la sospecha planee sobre la superficie de la pantalla, Robert Stevens presenta para la televisión un nuevo episodio lleno de incertidumbre.
Su talento convirtió al director en uno de los preferidos de Hitchcock para muchos de los capítulos de sus famosas series televisivas.
La intriga, la emoción, lo inesperado y la tensión son juguetes al servicio del buen hacer cinematográfico y por eso en apenas una veintena de minutos se plantea y se resuelve un caso complicado.

Con soltura, naturalidad y sin aspavientos.
Como debe ser.