Un argumento perverso, resbaladizo y difícil de convertir en película vuelca sobre el celuloide toda la gama de colores de esa intriga que A. Christie suele plantear en sus novelas.
El espectador percibe el ambienta de Mesopotamia en cada escena y no puede evitar implicarse en la aventura, hacerla propia y vivirla en primera persona porque el universo de las sospechas se apodera de la pantalla.
Nunca un autor literario encontró un guionista cinematográfico tan certero como C. Exton lo ha sido para la escritora británica a lo largo de los años.
Contar con T. Clegg como director también contribuye a la consecución de objetivos ambiciosos y la interpretación de D. Suchet redondea el contexto de elementos que confieren entidad sobresaliente al largometraje.