Un encuentro inesperado y un sencillo relato que se mece en un mar de románticos paisajes conforman la trama de una película amena, discreta y sugerente que se disfruta a media voz y se degusta en cuidadas dosis de pulcra espontaneidad.
Miradas, gestos y ademanes marcan la impronta de su lenguaje cinematográfico entre postales de lugares hermosos que recrean un ambiente cálido y amable para que el espectador pueda sentirse cómplice.
Y cuando un aleteo de intriga interrumpe el plácido registro del argumento, el largometraje se enriquece y la pantalla se ilumina con un brillo diferente.
J. Cotten y J. Fontaine proporcionan al film una cuota adicional de credibilidad y de empaque.