Una cinta preciosa, sin lugar a dudas...
Esta joya de documental contiene todo lo que nos puede ofrecer toda historia de ficción como en las películas de aventuras, pero supera sin ir lejos a todas estas con sentimientos puros, y lo más bueno es que es todo real.

Personalmente no me interesan mucho los documentales sobre músicos y sus biografías, pero esta película me ha hecho llorar más ahora con mis 19 años (eso si, de emoción) que Titánic con mis 5 años y para ello hay una gran distancia con lo que acostumbra a transmitir cualquiera de cualquier artista y éste en concreto.

Genghis Blues para mi ha sido alegría, convicción, entusiasmo por la vida, belleza, una hermosa historia de lección a todos y cada uno de nosotros los que soñamos con alcanzar nuestro destino con honradez y por desgracia sufrimiento.

Todos esos sentimientos se entrecruzan entre valores, cultura, música, amistad y también solidaridad.
Los caminos largos siempre son mejores que los cortos.

Me encanta poder observar un genio bluesman (Paul Pena) tocando con un maestro del canto diofónico Tuvano (Kongar-Ol Ondar) y fijarse que suena genial; y de verdad es muy bonito.
Todos deberíamos valorar más las pequeñeces de las culturas entre nuestro mundo (y su mutua curiosidad) en vez de defender banderas que solo nos muestran la superficialidad de una nación.

Lo que hace un pueblo diferente de otro es lo que posee grabado en su espíritu más antiguo el conocimiento y que causa el asombro de los que forman parte de otro totalmente diferente.
Ésto es lo que deberíamos defender hasta la muerte y que creo que este documental transmite, así como el compañerismo y el fruto del entusiasmo, o lo que algunos llamamos destino alcanzable. Recomendado casi obligatorio a los músicos viajantes o de gustos exóticos.

El abrazo espiritual.