Al principio parece que tarda en arrancar; que se detiene y mira para los costados, como buscando el camino a seguir. Luego, con el correr de los episodios, te das cuenta de que esa parsimonia no es divagación, sino una decisión estética que acompaña a la serie de principio a fin (quizás aumentando su velocidad en los últimos episodios).

Aquarius tomó un camino singular: subordinar el amarillismo propio del policial negro para transformarlo en un producto elegante que mide sus pasos, y que a cada instante se detiene para remarcar el contexto histórico social. Pero ojo, por momentos no sabemos a ciencia cierta si importa más "La Familia" Manson o los problemas raciales, junto con la homofobia y otras cuestiones varias de neta connotación histórica. Entonces, de pronto, en algunos episodios sentimos que solo se le sacó jugo a la periferia, y eso suena a relleno de acá a la China.

Esa elegancia también tiene sus sombras: Aquarius es tan correcta, tan peinada con raya al medio y gomina que a veces se olvida de dotar de intensidad dramática a situaciones que así lo requieren. Es cierto que nunca se desinfla, pero porque nunca termina de inflarse.

Manson no se puede escabullir como un simple niñato con problemas, aunque es un personaje central y puede seguir desarrollándose en las próximas temporadas.

De momento, Aquarius ha decidido ser cauta y volar bajo. Pero ojo con la paciencia del espectador.