Para King ya es una ley: sus libros deben representar sitios de poder. Ya sea el Cementerio de animales, el hotel de El resplandor, la habitación del escritor de Misery, el auto del libro Cujo...los lugares siempre son verdaderos ESCENARIOS con vida propia, y por lo general malignos.

Pero que sucede con El diario de Ellen...sucede que si bien la idea de representar esa mansión como un símbolo del alter ego de Ellen puede resultar ingeniosa, el poder de sugestión logrado en otras entregas cinematográficas en este caso no se consigue, dejando a la peli en una zona media que no termina de convencer.

Por suerte algo si es funcional en la peli. Así como su eje central falla, dar verdadera presencia a ese lugar, determinados elementos técnicos la salvan del derrumbe total de sus cimientos: una fotografía bien cuidada, un vestuario más que correcto, algunos reparos en las normas de convivencia de la burguesía de 1910 y ciertas actuaciones que si bien no la bordan terminan ser resultonas.

El diario no pasará a la historia, como la mayor parte de los prductos salidos para t.v., pero por lo menos se encarga de que el espectador no la mire ni asqueado ni sintiéndose humillado en su orgullo.