Este corto está de sobra y pasado porque ni siquiera como referente histórico de la respuesta ante el conocimiento de ser portador del SIDA es válido. Dejemos aparte una muy mala realización que apenas tiene en cuenta que este corto pueden, y deberían, verlo todo tipo de espectadores, cinéfilos o no, que podrían adquirir algún grado de concienciación ante la enfermedad. Tan inconsecuentes imágenes no ayudan a entender cual es la reacción de alguien que acaba de conocer que es portador del VIH. Por otra parte, al no determinar el tiempo cinematográfico con claridad, no tenemos conciencia de lo que ha ocurrido antes o después del contagio, y en cuento a lo que ha ocurrido después me parece de una enorme frivolidad, cuando no inconsciencia, o mala leche, que no se vea la necesidad de utilizar un preservativo en las relaciones sexuales. ¿Un profesor de Biología no hace campaña para el uso del condón? No me lo creo. A no ser que sea de ese grupo de gente infectada por el virus que quiere extenderlo como represalia a que él ha sido infectado. No busco una moralina, solo una certeza científica. Yo soy partidario del “póntelo, pónselo” y las moderneces epatantes pueden llevarse demasiadas vidas por delante.