Utilizar esta enfermedad para atacar la homofobia no me parece muy adecuado y menos tal como lo hace Quentin Lee, el director, en esta película. El síndrome de Asperger es una enfermedad neurológica y la homosexualidad es una muy digna opción sexual y de ser comparables ambas podríamos llegar a la situación, lo mismo que hace B.B., el protagonista, de que un homosexual asistiera a un psicólogo por tal de paliar su homosexualidad y hasta de “curarse”. En el aspecto temático este me parece un gran fallo. Después está la localización ambiental de la historia: los padres de B.B. son muy religiosos y para ellos todo se puede controlar desde la religión, y así, la película, entra en el tema de la religión, pero de una forma muy manipuladora utilizando ese método de presentar lo malo para que veas lo que es bueno. Pero a mi en el cine la temática no es lo que más me importa, sino la realización en la que busco siempre su aspecto artístico, y aquí no lo he encontrado. Mercedes rojos, “casoplones” impresionantes con criados, ¡Vaya nivel Maribel! que se gastan estos muchachos, no son suficientes para impresionarme. Necesito una buena interpretación y aquí el protagonista no da la talla ya que logra aburrirme con la actitud. Ya se que se trata de un síndrome próximo al autismo, pero estar callado y poner cara de bobo (¿Será por eso lo de B.B.?) no es una muestra de interpretación. Lo que me he acordado de Dustin Hoffman en su interpretación de un autista en la película “Rain Man”. Después están los colores en la fotografía, muy limpios y claros, eso si, pero nada significativos, salvo el azul que lleva siempre el protagonista. Ni la música, ni la ambientación; no hay nada que me haya gustado especialmente.