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Voto de Benjamín Reyes:
7
Fantástico Adaptación del cuento de Roald Dahl sobre una niña que se alía con la Reina de Inglaterra y con un gigante bonachón para impedir una invasión de malvados gigantes que se preparan para comerse a todos los niños del país. (FILMAFFINITY)
11 de julio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steven Spielberg es, sin lugar a dudas, uno de los directores fundamentales de los últimas cuatro décadas, capaz de dirigir obras maestras como “El diablo sobre ruedas” (1971), “Tiburón” (1975) o “La lista de Schindler” (1993), pero también títulos tan ñoños como “Para siempre” (1989) o “Hook” (1991).
Su nueva película, “Mi amigo el gigante”, es un auténtico derroche de fantasía, en el que se aúna la animación “motion capture” y los actores de carne y hueso. Aunque no es una fidedigna adaptación del cuento de Roal Dahl (“Charlie y la fábrica de chocolate”, “Matilda”) en el que está inspirado sí que comparte con el original una denodada apuesta por la imaginación. Y ahí reside su grandeza.
El grandullón, que se trastabillea al hablar, se dedica a insuflar de sueños a los humanos, habitantes de la ciudad más cercana a la Tierra de los Gigantes, como Spielberg, cual niño grande, alimenta los sueños de sus espectadores. Desde el pionero del cine Georges Méliès a Jim Henson, pasando por Ray Harryhausen, todos han envuelto al espectador en un mundo imaginario que le haga olvidar por unos instantes sus rutinarias existencias. Spielberg consigue lo propio con “Mi amigo el gigante”. Desde la escena nocturna del principio a la visita de los gigantes mefistofélicos a la guarida de nuestro protagonista, el filme de Spielberg destila magia cinematográfica. Tampoco le falta sentido del humor como demuestra la secuencia del banquete pantagruélico en el palacio de Buckingham con “popotroques” incluidos.
“Mi amigo el gigante” es además una celebración de la diferencia. Muestra como dos personas, totalmente antagónicas, pueden trabar una amistad pura. En este sentido, destaca el guion de Melissa Matheson, artífice del texto de la mítica “E.T” (1982), y que se ha convertido en su testamento fílmico, ya que feneció el año pasado. Fascina la recreación digital de Mark Rylance como gigante y resulta muy convincente la presencia de la niña Ruby Barnhill. Sin olvidar la siempre eficaz partitura del incombustible John Williams. El mensaje de “Mi amigo el gigante” es diáfano: no permitas que te arrebaten tus sueños.
Benjamín Reyes
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