Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Benjamín Reyes:
3
Drama. Intriga Marc (Álvaro Cervantes) y Rebeca (Úrsula Corberó) son una joven pareja que viaja hasta un antiguo caserío vasco que perteneció a su familia. Allí escribirán la historia común de sus raíces familiares, creando así un gran árbol genealógico donde se cobijan relaciones de amor, desamor, sexo, locura, celos e infidelidades, y bajo el que también yace una historia repleta de secretos y tragedias. (FILMAFFINITY)
24 de abril de 2020
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Julio Medem alcanzó el estatus de cineasta de culto en los 90 gracias a títulos emblemáticos como “Vacas”, “Tierra” o “Los amantes del Círculo Polar”, sin embargo el fracaso comercial y artístico de las más recientes “Caótica Ana” o “Ma ma” han mermado su prestigio. Con “El árbol de la sangre”, su décimo largometraje, vuelve a ambientar la historia en el País Vasco.
Marc y Rebeca han crecido separados durante 14 años, y se juntan a los 18 años. Llevan 7 años viviendo en pareja, pero cada uno sabe que tiene una verdad oculta y ambos sospechan que lo mismo le puede pasar al otro. Con esta premisa, Medem teje un filme atmosférico en el que prevalecen las imágenes y lo intangible, en el que sobran las palabras.
Entre las virtudes de “El árbol de la sangre” se encuentra, precisamente, la fuerza visual de las imágenes, en la que la naturaleza obtiene un protagonismo escénico indudable, enfatizada por los sonidos propios del hábitat natural. Entre los vicios del filme de Medem encontramos una trama caótica e inverosímil, en la que tiene cabida desde la mafia rusa al tráfico ilegal de órganos.
Esta epopeya familiar con ecos de las tragedias griegas contiene dos tiempos narrativos, uno presente, y otro pasado, “una realidad ficcionada”. El tiempo presente es lineal, breve y claro, en el que todo queda a la vista, tiene a Marc y Rebeca y a cuatro personajes más, pocas localizaciones, un caserío abandonado de Vizcaya y dos playas mediterráneas, y una fecha, los primeros días del verano del 2017. El tiempo pasado está muy fragmentado, se suceden las elipsis, se llena de huecos y pliegues que rezuman suspense, tiene 14 personajes, se desarrolla en varias localizaciones de Cataluña, Madrid, País Vasco y Alicante, y dura 25 años. En este maremágnum de personajes, localizaciones y espacios temporales, es difícil que el espectador no se pierda. “El árbol de la sangre” es una de esas películas que hay que ver en varias ocasiones para juzgarla de forma certera y no perderse en los juicios superfluos tan característicos de la sociedad contemporánea.
Benjamín Reyes
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow