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Voto de Benjamín Reyes:
8
Comedia. Drama Después de hacerse famoso interpretando en el cine a un célebre superhéroe, la estrella Riggan Thomson (Michael Keaton) trata de darle un nuevo rumbo a su vida, luchando contra su ego, recuperando a su familia y preparándose para el estreno de una obra teatral en Broadway que le reafirme en su prestigio profesional como actor. (FILMAFFINITY)
17 de enero de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)” es la segunda película que Alejandro González Iñárritu dirige tras el sonado divorcio artístico con Guillermo Arriaga, artífice de los guiones de los tres largometrajes de la imprescindible trilogía que conforman “Amores perros” (2000), “21 gramos” (2003) y “Babel” (2006). Arriaga harto de que todo el mérito se lo llevara Iñárritu decidió emprender su propia carrera como director con “Lejos de la tierra quemada” (2008), demostrando que es un gran contador de historias, pero que le falta imaginación visual. Por su parte, Iñárritu, presentó “Biutiful” (2010), que deslumbraba por su estética, pero adolecía de fuerza narrativa dejando claro que Arriaga e Iñárritu se necesitaban.
En “Birdman”, Iñárritu se ha rodeado de tres guionistas que le arropan para ofrecer un auténtico “tour de force”. Armando Bo ya había escrito el texto de “Biutiful”, pero Nicolás Giacobone y Alexander Dinelaris debutan por la puerta grande en Hollywood. La frase inicial, extraída de un poema de Raymond Carver, que abre el filme es muy elocuente: “¿Y conseguiste lo que querías de esta vida? Lo conseguí. ¿Y qué querías? Considerarme amado, sentirme amado por la tierra”.
“Birdman” es un ajuste de cuentas con todos los factores que rodean la industria del cine en la actualidad, desde los actores al público (impertinentes fans que se quieren sacar una fotografía de recuerdo), pasando por la crítica maliciosa repleta de clichés o la tiranía de las redes sociales y los vídeos virales. La película arremete contra el Hollywood actual, que con honrosas excepciones (“Camino a la perdición”, 2002; “Zodiac”, 2008 o “The Road”, 2012) prestigia producciones audiovisuales que entran en la categoría de “porno apocalíptico”, dándole al gran público lo que quiere: acción e insulso cine de superhéroes, del cual se mofa cuando hacen referencia a la precuela de la precuela de “X Men” o aparece Robert Downey Jr. hablando de la saga “Ironman”. Elocuente es el juego “verdad o acción” al que juegan dos de los personajes que les lleva a escupir a un viandante o hacerse preguntas que van a la esencia. Es una forma de preguntar al espectador qué es lo que quiere: burdo entretenimiento o elevar su espíritu.
“Birdman” no es “Kick Ass” (2010), película vertical que se reía del cine de superhéroes en su propio terreno, sino que se centra en la angustiosa lucha interior de un actor que no quiere repetirse a sí mismo ni perpetuarse en el rol de superhéroe de cartón piedra (se niega a protagoniza la cuarta entrega de “Birdman”). El recurso de la voz en “off” y el persistente sonido de una batería ejemplifican su zozobra. El quinto filme de Iñárritu se adentra en las entrañas del teatro (del St. James de la calle 44 para ser más precisos) para mostrar sin pudor los entresijos de un montaje escénico: las incertidumbres, los duelos de egos, los líos amorosos, el hecho de lidiar con emociones complejas, en definitiva, las pulsiones humanas a flor de piel.
Para conseguirlo, la cámara se sitúa a escasos centímetros de los actores, unos intérpretes que ofrecen lo mejor de sí mismos. Michael Keaton, que se metiera en la piel de dos títulos de Batman a finales de los 80 y principios de los 90, se redime con el papel de un actor que no ha vivido su vida como quería (ejemplificado en la escena interruptus que corta de sopetón un bello plano del mar por el anodino techo de un hospital); un Edward Norton, que tras devaneos imperdonables como “El increíble Hulk” (2008) o “El velo pintado” (2006), demuestra que ha vuelto a la senda correcta desde “Moonrise Kingdom” (2012) y se permite el lujo de insultar a Ryan Gostling, que le ha arrebatado el trono de mejor actor de su generación; una Naomi Watts en su línea de buen hacer y una Emma Stone en su mejor papel.
A pesar de ser una película notable, que formó parte de la sección oficial de Venecia en 2014, sigo pensando que “Amores perros” es la obra maestra de Iñárritu con el permiso de Arriaga. El mensaje final de “Birdman” es clarividente: es más importante vivir la vida que la representación de la misma.
Benjamín Reyes
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