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Voto de Benjamín Reyes:
8
Acción. Ciencia ficción Perseguido por su turbulento pasado, Mad Max cree que la mejor forma de sobrevivir es ir solo por el mundo. Sin embargo, se ve arrastrado a formar parte de un grupo que huye a través del desierto en un War Rig conducido por una Emperatriz de élite: Furiosa. Escapan de una Ciudadela tiranizada por Immortan Joe, a quien han arrebatado algo irreemplazable. Enfurecido, el Señor de la Guerra moviliza a todas sus bandas y persigue ... [+]
20 de mayo de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resucitar la saga de Mad Max en principio parecía un suicidio cinematográfico, pero uno cuando sale de ver “Mad Max: furia en la carretera” tiene la sensación del haber disfrutado de un espectáculo audiovisual de primer nivel. Es una de esas películas concebidas para ver en pantalla grande y disfrutar de sus espectaculares y kamikazes persecuciones.
Es George Miller un director de sendero fílmico peculiar. Tras rodar las tres primeras entregas de Mad Max, por la que va a pasar a la posteridad del cine, firmó la comedia comercial “Las brujas de Eastwood” (1987) y el sólido drama “El aceite de la vida” (1992), para luego centrarse en tres filmes dirigidos al público infantil: “Babe, el cerdito en la ciudad” (1998), y las dos partes de “Happy Feet” (2006/2011). 30 años después rescata la serie que hizo saltar a la fama a Mel Gibson en 1979 y que tanto ha influenciado a directores posteriores: “Arizona Baby” (1987), de los hermanos Coen, “Saw” (2004) o “Wolf Creek” (2005) incluyen guiños a la película seminal de Mad Max.
La cuarta entrega de la saga es un “blockbuster” de acción más cercana a la trama de la segunda que de las otras dos, de tal manera que “Mad Max: furia en la carretera” es en realidad una gran persecución de 120 minutos que no da tregua al espectador. Es un filme ambientado en un escenario posapocalíptico, poblado de criaturas grotescas y despiadadas, en el que la gasolina es el bien más preciado sobre la faz de la Tierra y donde reina el caos y la vida humana no vale más que la de un insecto.
“Mad Max: furia en la carretera”, que supera con creces el fiasco de la tercera parte, es en realidad un western del siglo XXI, que presenta ecos resonantes del cine de John Ford, no solo por los escenarios (parajes desérticos de inusitada belleza), sino por la equiparación que suponen los elementos del camión que huye despavorido, que vendría a simbolizar la diligencia y los coches perseguidores, que vendrían a representar a los indios que cabalgan a lomos de caballos.
Sustituir a un icono como Mel Gibson es cuasi imposible y por eso George Miller ha preferido otorgar un rol diferente a Tom Hardy (“Locke”, 2014), de tal manera que comparte el protagonismo con el personaje encarnado por una jabata Charlize Theron. La propuesta de “Mad Max: furia en la carretera” se sitúa en las antípodas de “The Road” (2009), en la que los personajes y la historia tenían más peso específico que la acción. Aquí prevalece la acción por encima de todas las cosas, remarcada por la contundente y climática banda sonora, que tiene presencia física en la pantalla en clave de furibundos tambores y una guitarra flamígera, que resonarán en el oído del espectador una vez concluida la proyección.
Benjamín Reyes
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