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Voto de Benjamín Reyes:
6
Documental ¿Qué es la luz?, esa es la pregunta a la que intenta responder el largometraje documental de divulgación científica La velocidad de nuestros pensamientos, dirigido por Nacho Chueca y protagonizado por la actriz canaria Aïda Ballman. (FILMAFFINITY)
25 de junio de 2016
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Caspar David Friedrich pintó a principios del siglo XIX el cuadro Monje en la orilla del mar, que muestra una miniaturizada figura humana contemplando la inmensidad de un paisaje natural. Así se sentirá el espectador tras la proyección de La velocidad de nuestros pensamientos, empequeñecido ante el infinito universo.
La velocidad de nuestros pensamientos es un documental ficcionalizado que se plantea qué es la luz. Un trabajo cinematográfico de esta índole difícilmente llegará a las salas comerciales. Afortunadamente, los festivales de cine, como el Festivalito de La Palma, especializado en la temática de las estrellas, vienen a cubrir este vacío que deja huérfanos a la mayoría de los espectadores de un cine diferente que plantea cuestiones que nos hacer reflexionar sobre nosotros mismos.
La velocidad de nuestros pensamientos tiene la voluntad divulgativa de llegar a un público medio empleando todo tipo de recursos de la cultura popular como el cine, el grafiti o la música rap para hablar de conceptos desconocidos para la mayoría de los mortales como son la materia oscura o las ondas gravitacionales, aunque la razón central de la película es: ¿Qué es la luz? y la influencia real que esta ejerce sobre los seres humanos, para lo cual emplea como hilo conductor al personaje de una racional documentalista germana que llega al sur de España para rodar un documental sobre la luz.



La estructura narrativa de La velocidad de nuestros pensamientos sigue la estela de El libro negro, de Pappini, que cuenta el viaje de un excéntrico millonario que decide hacer un viaje por el mundo con el objetivo de encontrar respuestas, al igual que la documentalista alemana que protagoniza la cinta y que está encarnada por una convincente Aïda Ballmann, idónea para el papel ya que es herreña de origen alemán, que se vio sometida a duras condiciones climatológicas durante el rodaje, que fluctúo entre el frío a bajo cero en Sierra Nevada y el duro desierto de Almería.
Cinematográficamente concita la atención el uso de cámara subjetiva y el constante uso del plano semisubjetivo que muestra lo qué ocurre y cómo alguien asume lo qué ocurre. Entra la variedad de secuencias destaca la escena, en travelín horizontal, que nos muestra las diferentes edades de un grupo de mujeres, de anciana a bebé, para acabar con un vientre en estado de buena esperanza.
Una de las razones de que cine y ciencia casen en La velocidad de nuestros pensamientos es que la parte cinematográfica está dirigida por Nacho Chueca, que aparece en el documental ficticio, y la científica por Emilio García. Por otro lado, las respuestas que ofrece el documental no son estrictamente científicas y las mismas dejan perpleja al personaje de la documentalista alemana, que en el fondo, es la intención de La velocidad de nuestros pensamientos: dejar perplejos a los espectadores.
Benjamín Reyes
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