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Voto de AlbertoVP:
6
5,7
4.496
Drama. Romance. Bélico
Biopic del escritor, lingüista y profesor universitario J.R.R. Tolkien (1892-1973), autor de "El Señor de los Anillos" y "El hobbit" entre otras muchas obras. Tolkien explora los años de formación del escritor en su búsqueda de la amistad, el amor y la inspiración artística en el grupo de inquietos estudiantes del que forma parte. En este contexto se produce el estallido de la Primera Guerra Mundial, que amenaza con destrozar esta ... [+]
18 de junio de 2019
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Puede un biopic al uso dar cuenta de la grandeza de John Ronald Reuel Tolkien? ¿Puede abrazar su fascinante vida? ¿Es capaz una obra meramente narrativa de situarse al nivel de todo un domador de palabras? La respuesta es no. Tolkien, de Dome Karukoski, no está a la altura del gigante, pero sí sabe estar a su sombra. Entiende que la belleza de lo que cuenta se sirve por sí misma para llegar lejos y decide entregarse a ella con tanta timidez como responsabilidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sí, Tolkien es una producción amable, o sea, un film inútil en la Historia del medio. Pero deja en su dulce periplo cosas valiosas. Por ejemplo, un retrato respetuoso de la masculinidad que, en tiempos de toxinas, se antoja casi contracultural. Son, en verdad, deliciosas las idas y venidas lingüísticas de esos cuatro jóvenes -hobbits- que forman la sociedad T.C.B.S. (Tea Club and Barrovian Society). Cualquier chico que haya sido parte de un clan basado en la camaradería masculina no podrá por menos que esbozar una sonrisa.
Además, en esa traslación audiovisual del dominio del lenguaje a rápidas e ingeniosas respuestas, la película se acerca a la posibilidad de un film más o menos soñado por la cinefilia. Pero Tolkien no quiere líos. Le vale con ser un biopic sin más. Con lo que, abandonada la infancia del protagonista en pos de otras derivas, universitarias, bélicas o románticas, entrega casi definitivamente las armas creativas para abrazar la factura de un buen oficinista.
Efectivamente, a Karukoski se le queda enorme el universo que trabaja. Algo especialmente notorio en determinadas decisiones estilísticas nada originales. Como dar cuerpo al espíritu de El Señor de los Anillos desde el espacio del campo de batalla o cincelar, mediante formas ortopédicas, la historia de amor entre Tolkien y Edith Mary Bratt, aquella que dio pie a La historia de Beren y Lúthien, el más bello relato del británico.
Todas estas escenas pasan bien ante nuestra mirada, pero ninguna permanece en la memoria. El director busca eficiencia en el lenguaje y la encuentra, mas nada quiere saber del alma que realmente mueve el universo tolkiano. De ahí que no existan datos sobre la devoción católica heredada de una madre, aunque ésta sea un personaje motriz en el arranque de la cinta. Un miedo propio de esta época de grises multiculturales, temerosos del valor de las raíces, que supone un lastre en el devenir del metraje. Buena muestra es el conmovedor diálogo entre Nicholas Hoult y la madre de uno de sus viejos camaradas sobre el fatal destino de este último y el significado más elevado del amor. Un instante totalmente desubicado al no existir antecedente, ni narrativo, ni de puesta en escena.
Una pena esta cobardía. Porque la película llega incluso a ser grande cuando aparca estas timideces, como podemos apreciar en la conversación que tienen en la enfermería Tolkien y Edith. Allí, sin música extradiegética y a través de un diálogo que no habla del dolor que vemos en pantalla, sino de otro que pertenece a otro tiempo y a otro espacio, la obra desvela el poder del cine para estremecer cuando se acerca a la verdad sin subestimar la inteligencia del espectador.
Por tanto, sí hay cosas que celebrar en este entretenido biopic. Más que nada, el respeto a según y qué valores que se desprenden del monumental trabajo de Tolkien. Como una mirada a la masculinidad nada ideológica o la visión de la dualidad Amor/Dolor desde una perspectiva verdaderamente católica, aunque no se diga. Cabe lamentar los citados miedos, inadmisibles en el retrato del creador de El Señor de los Anillos. También la incapacidad del cineasta para dar cuerpo a nuevas formas que busquen colocar la cinta a la altura del domador de palabras que el escritor de El Silmarillion fue.
La crítica pertenece al blog https://hombreblandengue.wordpress.com/2019/06/14/a-la-sombra-del-domador-de-palabras/
Además, en esa traslación audiovisual del dominio del lenguaje a rápidas e ingeniosas respuestas, la película se acerca a la posibilidad de un film más o menos soñado por la cinefilia. Pero Tolkien no quiere líos. Le vale con ser un biopic sin más. Con lo que, abandonada la infancia del protagonista en pos de otras derivas, universitarias, bélicas o románticas, entrega casi definitivamente las armas creativas para abrazar la factura de un buen oficinista.
Efectivamente, a Karukoski se le queda enorme el universo que trabaja. Algo especialmente notorio en determinadas decisiones estilísticas nada originales. Como dar cuerpo al espíritu de El Señor de los Anillos desde el espacio del campo de batalla o cincelar, mediante formas ortopédicas, la historia de amor entre Tolkien y Edith Mary Bratt, aquella que dio pie a La historia de Beren y Lúthien, el más bello relato del británico.
Todas estas escenas pasan bien ante nuestra mirada, pero ninguna permanece en la memoria. El director busca eficiencia en el lenguaje y la encuentra, mas nada quiere saber del alma que realmente mueve el universo tolkiano. De ahí que no existan datos sobre la devoción católica heredada de una madre, aunque ésta sea un personaje motriz en el arranque de la cinta. Un miedo propio de esta época de grises multiculturales, temerosos del valor de las raíces, que supone un lastre en el devenir del metraje. Buena muestra es el conmovedor diálogo entre Nicholas Hoult y la madre de uno de sus viejos camaradas sobre el fatal destino de este último y el significado más elevado del amor. Un instante totalmente desubicado al no existir antecedente, ni narrativo, ni de puesta en escena.
Una pena esta cobardía. Porque la película llega incluso a ser grande cuando aparca estas timideces, como podemos apreciar en la conversación que tienen en la enfermería Tolkien y Edith. Allí, sin música extradiegética y a través de un diálogo que no habla del dolor que vemos en pantalla, sino de otro que pertenece a otro tiempo y a otro espacio, la obra desvela el poder del cine para estremecer cuando se acerca a la verdad sin subestimar la inteligencia del espectador.
Por tanto, sí hay cosas que celebrar en este entretenido biopic. Más que nada, el respeto a según y qué valores que se desprenden del monumental trabajo de Tolkien. Como una mirada a la masculinidad nada ideológica o la visión de la dualidad Amor/Dolor desde una perspectiva verdaderamente católica, aunque no se diga. Cabe lamentar los citados miedos, inadmisibles en el retrato del creador de El Señor de los Anillos. También la incapacidad del cineasta para dar cuerpo a nuevas formas que busquen colocar la cinta a la altura del domador de palabras que el escritor de El Silmarillion fue.
La crítica pertenece al blog https://hombreblandengue.wordpress.com/2019/06/14/a-la-sombra-del-domador-de-palabras/