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España España · Cinecittà
Voto de Xavier Vidal:
7
Drama Anders está a punto de acabar un tratamiento de desintoxicación en un centro rural. Como parte de su terapia, una mañana va a la ciudad a una entrevista de trabajo. Aprovechando el permiso, se queda en la ciudad y se encuentra con gente que hacía mucho tiempo que no veía. Es un hombre inteligente, guapo y de buena familia, pero se siente profundamente perturbado por las oportunidades que ha desaprovechado y por las personas a las que ha ... [+]
21 de junio de 2012
99 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque el calendario indique lo contrario, el verano termina con la llega de septiembre. Septiembre marca de hecho el inicio del año y no enero: entraña el comienzo de un nuevo curso, la vuelta al trabajo, el regreso a la gran ciudad. La verdadera ruptura se produce el treinta y uno de agosto, porque aunque no se celebre ni quede marcado oficialmente septiembre siempre es sinónimo de algo que está por venir, de nuevos planes, de una vida totalmente diferente. Anders, el protagonista de la película, debe decidir qué hacer con su vida, y no es casualidad que su recorrido sea la historia de una ciudad (Oslo) y la crónica de un día (coincidiendo con las últimas horas del estío). El factor temporal se impone como clave de la segunda película de Joachim Trier. Por ser una historia en orden cronológico, y al mismo tiempo llena de fugas y partes, con un inicio dialogado y un segundo tramo musicalizado, con la evocación de un pasado que no volverá a modo de prólogo y el viaje posterior, marcado por dos intentos de suicidio que indican que Anders quiere hundirse y no salir a la superficie de su piscina emocional.

Trier ni quiere ni compadece a su personaje, no busca entenderlo ni justificarlo, sino más bien enseñar la silueta de un cuerpo, la sombra de una figura, aceptando que las verdades y las motivaciones internas del personaje solo le pertenecen al propio Anders. De alguna forma, Oslo, 31 August es no solo el relato objetivo de lo acontecido durante 24 horas sino una evocación de lo que fue y de lo que pudo haber sido. En el cine es más interesante dejar la historia patas arriba, porque la respuesta no debe emanar de las imágenes sino de la imaginación y la sensibilidad de quien mira. Es aquí donde Oslo, 31 August se convierte en un boceto, en una pátina de colores difusos a partir de los cuales podrían surgir mil y un relatos.

Hay un momento decisivo para entender la película. En una escena Anders se encuentra en una cafetería llena de gente. Está rodeado de seres y al mismo tiempo solo, y así lo estará durante todo el metraje. Oye las conversaciones de los demás, y curiosamente las vidas que discurren a su alrededor le son ajenas, y aún así guardan cierta relación con lo que el personaje siente o podría sentir, piensa o podría pensar. En ese instante la película viene a decirnos que una vida sin Anders es posible: forma parte del plano y al mismo tiempo parece invisible. Oslo, 31 August es eso: el cuento de alguien que se difumina hasta desaparecer mientras el espectador obtiene las armas suficientes para interpretar, que no enjuiciar, lo que está viendo, a quien está viendo.

Cine poético e incómodo, triste y valiente, para gente despierta y atenta. Una película de muerte que paradójicamente está muy viva. Especial y casi mística. Un personaje, una jornada y un film que ya están entre las mejores experiencias cinematográficas del 2012.

Cinoscar & Rarities, Xavier Vidal
Xavier Vidal
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