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España España · Sevilla
Voto de Musiczine:
8
Drama Maria se encuentra atrapada entre dos mundos. En el colegio, esta chica de 14 años, tiene los típicos intereses de una adolescente, pero cuando está en su casa debe seguir los dictados de la Sociedad de San Pablo y su tradicional interpretación del catolicismo. Todo lo que Maria piensa y hace debe ser examinado ante Dios. (FILMAFFINITY)
11 de febrero de 2014
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rigurosísimo ejercicio cinematográfico el que nos propone el realizador germano Dietrich Brüggeman en esta severa, intransigente y brillante KREUZWEG (Stations of the Cross –Vía Crucis-). Nos hallamos frente a uno de esos ejercicios en los que desde el primer momento queda claro que el asunto tratado es tan importante como el modo de hacerlo, esto es, en los que el dispositivo escénico pergeñado por su autor impone una significación que, por sí misma, apoya, enriquece e indaga en el contenido al que le toca servir de vía de encauzamiento.

El film aborda de una forma tan original como tajante y exigente la problemática del sentimiento religioso, indagado éste como vía de sufrimiento, represión y fractura. La película narra el conflicto personal que sacude a María, una joven adolescente, criada en el seno de una familia cuya madre posee un sentido de la práctica religiosa católica muy profundo. La protagonista está a punto de cumplir con el sacramento de la Confirmación y se prepara para ello en una parroquia. En ella, se verá arrollada espiritualmente por las palabras del pastor. Su forma de asimilar el discurso allí escuchado le obligará a tomar una serie de tajantes decisiones personales, que alterarán tanto su modo de relacionarse con su alrededor como sus propias capacidades comprensivas.

Como ya ha quedado expresado en el primer párrafo, lo interesante de la propuesta de Brüggemann es el dispositivo formal mediante el que trata de acercarse al calvario particular que va a ir sufriendo la protagonista. El guión del film divide su andadura en trece capítulos, esto es, tantos como estaciones del Via Crucis. El paralelismo entre la peripecia física y espiritual de María queda emparejado al del hecho sobre el que está fundamentado esa celebración católica: la captura de Jesucristo para conducirlo hasta la Cruz.

Sin embargo, lo que deslumbra en este áspero ejercicio de severidad fílmica es la solución escénica que impone el realizador tras la cámara para que el espectador sea testigo del periplo central. Brüggemann dispone trece únicos planos para todo el film. Uno por episodio. La fijeza, el estatismo, la parálisis casi total de la cámara obliga al director a estudiar al máximo la disposición de los actores dentro del plano. Esa fijación formal abunda en la inclemencia para consigo misma de María. El director no permite un solo quiebro a su lacónico artefacto capturador, como ella, en la ficción narrada dentro, tampoco transige con ninguno.

La película es un mayúsculo ejemplo de coherencia endiabladamente adusta. El realizador demuestra un potentísimo talento para sortear todos y cada uno de los peligros en los que zambulle su propuesta (exceso de patetismo, exceso de ironía o burla, exceso de introversión) sin girarle la cara ninguno de ellos. El film avanza sosegada y sólidamente. La exigencia desde la que parte no hace mella ni en su avance narrativo ni en la atención hurgadora, impía y fustigante con la que se merodea a la niña.

Tras un primer episodio arduo, en el que asistimos a cómo la niña, en compañía de sus compañeros de confirmación (todos ellos dispuestos evocando a la clásica Última Cena), asiste entregada a las palabras del cura, el film va a ir introduciendo personajes (la madre, el padre, su tía Bernardette, un compañero de clase que siente un sincero afecto por ella), logrando que la problemática que zahiere a María sea analizada en toda su complejidad.

María (espléndida Lea van Acken) quedará definida como un ser obsesionado con una decisión vital tomada con firmeza. Aunque pudiera ser entendida como una radiografía del fanatismo religioso, KREUZWEG supera ese planteamiento, acaso empobrecedor y muy trillado, y se precipita tan arrojada como sepulcralmente por el terreno del desmenuzamiento psicológico de un ser humano que lleva hasta el límite mismo de su propia vida la intencionalidad de cumplir con su deseo. Los soberbios planos fijos que la encuadran actúan tanto en calidad de cuadrilátero insalvable como de pérfida significación de la pétrea carcoma incandescente que la vapulea por dentro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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