Un fornido trampero, Matt (McIntire), vaga con su esposa india (Hedin) por los bosques del SE de Oregón. Es 1961 y no tiene la menor noticia de la guerra civil que hay planteada entre el Norte y el Sur. Busca un lugar donde instalarse y no encuentra otro sitio mejor que en las inmediaciones de un cementerio paiute.
Se trata de una tribu que se alimentaba de frutos del bosque y de pequeños animales que cazaban (conejos, ardillas y algún ciervo), aunque las mujeres no podían participar en estas actividades cinegéticas. Apenas otras armas que sencillos arcos, flechas y lanzas. Los hombres apenas cubrían su cuerpo con un taparrabos y las mujeres vestían con pieles. A diferencia de lo que presenciamos en la cinta, montaban poco a caballo y cuando morían incineraban los cadáveres.
El argumento narra las desventuras de Matt, de su esposa y del niño que da a luz mientras son atacados por los paiute. Lucha por la supervivencia, pero también con los indígenas molestos por la profanación del descanso de sus muertos que, además, desean quedarse con la criatura. Y es que han muerto muchos niños indios por las fiebres. Hay que reconocer que los indios paiutes se presentan aquí con gran dignidad, mostrando sus ricas costumbres y tradiciones. Eso sí, son buenos para camuflarse y para prepararse ante la lucha, pero no tanto combatiendo. Balas ganan, flechas pierden.
Estamos ante una cinta de aventuras, rodada en bellos paisajes, con personajes seguramente no muy bien elegidos. Canta mucho la belleza de las dos mujeres indias que lucen rostros impecables, lo mismo que cabelleras sedosas y limpias.
Película interesante, aunque solo sea para reencontrarse al gran Elam en un curioso papel. Se pasa un rato distraído.