Escena primera. Primavera de 1862. El coronel nordista Claude Brackenbury (Douglas) está tranquilamente sentado leyendo el periódico mientras suenan los cañones. "Mi coronel, ya hemos disparado los treinta cañonazos contestando a los treinta del enemigo. -Que descansen ya".
El problema es que mientras tanto el capitán Jared Heath (Ford) en una incursión en territorio confederado captura a tres prisioneros despistados. Bronca del coronel, "¡Estaría bueno que por su culpa ahora nos liemos todos a tiros!"
¿No suena todo esto al célebre monólogo de Gila?: "Es el enemigo ...?"
Ya se ve que nos encontramos en una guerra de Secesión tratada en forma de amable comedia, en la que asistimos a un curioso tribunal militar que preside el patilludo general Willoughby (Backus) en una especie de gallinero que muestra la cobardía de los allí juzgados.
Tras degradar a los responsables les encargan de dirigir la Compañía Q, una especie de Pelotón de los torpes formado por cleptómanos, pirómanos, boxeadores sonados, enfermos de hipo, etc. Apartados del frente a un lugar sin relevancia bélica, por error les encomiendan una peligrosa misión con la bella espía Martha Lou Williams (Stevens) por medio y con un grupo de alegres señoritas de saloon.
En fin, una especie de "Loca academia de policía" con toques de "¿Qué hiciste en la guerra papi?" o de "La vaquilla", aunque a enorme distancia de estas últimas.
Guion bastante simple, dirección solvente apoyada en buenos actores. Discretas escenas cómicas que alternan con gags estereotipados de los tiempos del cine mudo, del tipo de garrotazo y tente tieso o de todos al agua.
El ritmo es bastante lento, aburre por momentos.
Como se decía en nuestra juventud, una "cinta de risas". Más para los aficionados al género cómico que para los que gustan del western.