También conseguir a cualquier precio rescatar 10.000 dólares enterrados en las cercanías del cañón del Colorado. Y para narrar este objetivo, la película no se corta al hacer una auténtica "exhibición de brutalidades", siendo la primera muestra la frialdad con la que el secuestrador de un niño arroja su cadáver -muerto previamente en accidente- a un cañón. O la forma con la que un ingrato jefe de banda -Broderick-, hace aplicar un soplete para desfigurar la cara y las yemas de los dedos a un compinche -Charles Bronson-.
Película de un director -H. W. Coch- que se prodigó poco, con un guión bien construido, que no se "autocensura" a la hora de retratar la extrema violencia de una banda de hampones. Sin duda con una intencionalidad ejemplarizante, pero un espectador de hoy día,quizá aprecie mejor el valor de su tono verista, sin contemplaciones. De esa exhibición de brutalidades que comentaba.