Buck McKay (Eckart) se ve obligado a hacerse cargo de su hermana autista Molly (Shue) cuando la clínica esta estaba internada hasta entonces es cerrada por falta de fondos. Este suceso cambia radicalmente la vida de Buck, a quien no le es nada sencillo convivir y comprender a su hermana. Tanto es así, que la relación entre los dos es cada vez más estricta y Buck es el corazón y el alma dedicada a seguir a su hermana, ayudándola tanto como sea posible para ponerse en contacto con el mundo que la rodea.
Inspirado en una historia real (ya llevada a la pantalla hace unos treinta años), la película no es más que otro descarado producto hecho a la medida alrededor de su personaje para rasgar con lágrimas y aplausos a su intérprete, que dicho sea de paso, hace una actuación patética. A pesar de tratar un tema delicado y difícil como el autismo, todo es demasiado simplificado y optimista, dando la impresión de forzar la realización de los logros de Molly.