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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
7
Drama En un club de sexo, los cuerpos de Theo y Hugo se encuentran y se mezclan en un apasionado abrazo. Más allá de la furia del deseo y la emoción de ese primer momento, los dos jóvenes, sobrios ya en las calles vacías de vida del París nocturno, se enfrentan a su amor en ciernes. (FILMAFFINITY)
16 de julio de 2016
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas, como es el caso presente de “Theo y Hugo, París 5:59”, que van a tener una carrera comercial, al menos en nuestro país, bastante corta y con poca resonancia. Pertenece a ese tipo de películas que, con el tiempo, irá encontrando un público que la acepte y que la busque, como los pioneros del Oeste americano buscaban oro. También habrá otro grupo, posiblemente una legión de casposos prejuiciosos que la condenarán, como sigue ocurriendo, entre otros ejemplos recientes del cine galo, con “El desconocido del lago” o “La vida de Adèle”, poniendo de uñas a los más reaccionarios sus escenas de sexo explícito, cuyas mentes enfermas deducirán como siempre dicen, que están hechas para viciosos, sin comprender la propuesta y teniendo la misma sensibilidad que un nabo de yeso. Podrá gustar o no esta clase de films, arriesgados hasta las trancas, pero el arremeter con furia contra ellos lo único que dejan en evidencia es, no solo sus fobias, sino el mundo pueril en el que viven, reacción que no tienen con subproductos que ni siquiera llegan a ser meros pasatiempos, con mensajes recalcitrantes y que son más dañinos moralmente.
Valoro sobre todo que se traten de películas cuyas estructuras dramáticas están cuidadas y que están bien dirigidas, a diferencia de otros films, que se suponen que pueden ir del mismo palo, más pretenciosos y cuyo mero interés está en su posible morbo gratuito, mostrando carnaza sin más ya que no están curradas.
Esto que puede sonar a alegato es, ante todo, una defensa tanto del arte como de la libertad de expresión. Por esto ya pasaron tanto la pintura, la escultura o la literatura en siglos anteriores, antes de que el cine fuera creado, ya que es un arte reciente, y que en tiempos de supuesta democracia (donde se crea en nuestro país incluso una ley mordaza) se castiga de forma inquisitorial por los sectores más trogloditas. Y todo esto a pesar de que, al menos yo, considere que “Theo y Hugo, París 5:59”, aunque buena, es inferior a los films citados, pero me merece respeto por varias razones. Hay quien incluso la pueda ver didáctica o divulgativa, pero es innegable que Olivier Ducastel y Jacques Martineau, sus directores y guionistas, conocen bien lo que cuentan, sin adornarlo con ningún abalorio para hacerla más cómoda. Quizás ese flechazo que une a los protagonistas, según dicen en sus diálogos, yo no lo veo. Puedo percibir lujuria, cierto deseo o placer, pero no flechazo ni tampoco sudor que les empape, cosa que a medida que la película va avanzando se va enmendando y se van vislumbrando más cosas.
Enhorabuena por el difícil casting, desde la breve aportación femenina, a la figuración del cuarto oscuro, que debió ser complicada su elección, hasta llegar a sus dos protagonistas, Geoffrey Couët y François Nambot, que se desenvuelven en el juego con una naturalidad destacable, más que otros supuestos profesionales de renombre.
El aspecto técnico está bien defendido, incluso me llama la atención que se haya cuidado el que los faros de las bicicletas, que habitualmente destellan a cámara en muchos films, aquí ese efecto se ha intentado evitar con astucia.
El esquema, en definitiva, puede parecer simple, hasta improvisado, que ese es el mayor halago que se le puede decir, y que por ello tapa ciertos defectos que puede tener. Pero en absoluto se trata de una película torpe ni caprichosa. No pretende más de lo que logra, lo cual es otro mérito. Muchas veces la gran virtud de un film es no ambicionar más de lo que sus autores se han propuesto, cosa que muchos ya podrían haber aprendido.
Maggie Smee
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