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Voto de Maggie Smee:
7
27 de marzo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En estos días de aislamiento forzoso por el coronavirus, aprovecho la ocasión para hacer una recomendación y, de camino, ajustar cuentas, en sentido positivo, claro está. Es como limpiar esa repisa que está llena de botes y chismes, quitar el polvo y ordenarla adecuadamente, cosa que le hacía falta hace tiempo, pero que se ha ido postergando por miles de razones, la mayoría, absurdas.
Lo primero agradecer a DIVISA Home Video la iniciativa que tuvo, hace ya más de una década, de sacar bajo el título “Noches de Broadway”, teatro filmado en DVD, en programa doble. Sacaron cosas tan curiosas como “La voz humana” con Ingrid Bergman, “Luna de junio” con Susan Sarandon, “El país del dragón” con Lois Smith, “El zoo de cristal” con Katharine Hepburn, “Alicia en el Palace” o esta “Servicio secreto” ambas con Meryl Streep, entre otros ejemplos. En todas se incluye, por desgracia, un rótulo que informa que en 2001 y a raíz del atentado de las torres gemelas, Broadway Digital Entertainment, que guardaba allí unas 150 obras de teatro y más de 30.000 fotos de obras de los últimos cuarenta años, se perdieron para siempre, por lo que las obras recuperadas podían tener alguna imperfección, ya que no se pudieron remasterizar con los adelantos actuales.
Aún así, es una colección que cualquier aficionado debería revisar y que muchas escuelas de interpretación deberían tener. Hace poco descubrí, por ejemplo, que Justo Ruiz, una eminencia y excelente profesor del Conservatorio de Arte Dramático Sevilla, recién jubilado de la enseñanza aunque no de las lides teatrales, gracias a Dios, sí la conocía, lógicamente.
El caso que nos ocupa, “Servicio secreto”, es una obra desconocida aquí en España. He preferido hablar de ella antes de, por ejemplo, “Alicia en el Palace”, un divertido musical infantil, que es más fácil que encuentre alguien que quiera comentarlo, supongo, antes que esta obra de William Gillette, ambientada en Richmond, Virginia, en octubre de 1864 durante la guerra de secesión.
Fue un montaje del Phoenix Theatre exhibido en el Playhouse Theatre en Nueva York en 1976, siendo el debut televisivo de Meryl Streep y exhibido en el canal PBS.
Aunque no me quiero despistar he de aclarar que el canal PBS es un privilegio, una especie de la 2 de TVE. En su andadura han incluido todo tipo de programas culturales interesantes a series, desde “Barrio Sésamo” a “Retorno a Brideshead” o “Downton Abbey”. Las noches de los sábados quedaban reservadas para teatro, como por ejemplo “De repente, el último verano” con Maggie Smith. Eran como los Estudio 1 pero sin llegar a degenerar como aquí ocurrió. Grandes estrellas participaban en obras de reducido presupuesto, donde lo principal era “el verbo”. Y es que el público americano, sobre todo el neoyorkino, es gran aficionado al teatro, ya que muchos de ellos, sean en colegios o universidades, lo han hecho, se han subido a un escenario, hay tradición, como el haber trabajado de camarero, raro es el ciudadano (incluyo a actores) que no haya trabajado de ello. Aprovecho también para dar las gracias a que existen canales como PBS, sustentados por necesarias subvenciones de particulares, fundaciones y empresas.
CONTINUA EN LA ZONA SPOILER SIN SPOILERS POR FALTA DE ESPACIO
Lo primero agradecer a DIVISA Home Video la iniciativa que tuvo, hace ya más de una década, de sacar bajo el título “Noches de Broadway”, teatro filmado en DVD, en programa doble. Sacaron cosas tan curiosas como “La voz humana” con Ingrid Bergman, “Luna de junio” con Susan Sarandon, “El país del dragón” con Lois Smith, “El zoo de cristal” con Katharine Hepburn, “Alicia en el Palace” o esta “Servicio secreto” ambas con Meryl Streep, entre otros ejemplos. En todas se incluye, por desgracia, un rótulo que informa que en 2001 y a raíz del atentado de las torres gemelas, Broadway Digital Entertainment, que guardaba allí unas 150 obras de teatro y más de 30.000 fotos de obras de los últimos cuarenta años, se perdieron para siempre, por lo que las obras recuperadas podían tener alguna imperfección, ya que no se pudieron remasterizar con los adelantos actuales.
Aún así, es una colección que cualquier aficionado debería revisar y que muchas escuelas de interpretación deberían tener. Hace poco descubrí, por ejemplo, que Justo Ruiz, una eminencia y excelente profesor del Conservatorio de Arte Dramático Sevilla, recién jubilado de la enseñanza aunque no de las lides teatrales, gracias a Dios, sí la conocía, lógicamente.
El caso que nos ocupa, “Servicio secreto”, es una obra desconocida aquí en España. He preferido hablar de ella antes de, por ejemplo, “Alicia en el Palace”, un divertido musical infantil, que es más fácil que encuentre alguien que quiera comentarlo, supongo, antes que esta obra de William Gillette, ambientada en Richmond, Virginia, en octubre de 1864 durante la guerra de secesión.
Fue un montaje del Phoenix Theatre exhibido en el Playhouse Theatre en Nueva York en 1976, siendo el debut televisivo de Meryl Streep y exhibido en el canal PBS.
Aunque no me quiero despistar he de aclarar que el canal PBS es un privilegio, una especie de la 2 de TVE. En su andadura han incluido todo tipo de programas culturales interesantes a series, desde “Barrio Sésamo” a “Retorno a Brideshead” o “Downton Abbey”. Las noches de los sábados quedaban reservadas para teatro, como por ejemplo “De repente, el último verano” con Maggie Smith. Eran como los Estudio 1 pero sin llegar a degenerar como aquí ocurrió. Grandes estrellas participaban en obras de reducido presupuesto, donde lo principal era “el verbo”. Y es que el público americano, sobre todo el neoyorkino, es gran aficionado al teatro, ya que muchos de ellos, sean en colegios o universidades, lo han hecho, se han subido a un escenario, hay tradición, como el haber trabajado de camarero, raro es el ciudadano (incluyo a actores) que no haya trabajado de ello. Aprovecho también para dar las gracias a que existen canales como PBS, sustentados por necesarias subvenciones de particulares, fundaciones y empresas.
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La obra “Servicio secreto” se desarrolla en no más de dos espacios y está dividida en cuatro actos, y aunque no es musical, se intercalan canciones que ayudan al relato, como su obertura, “God Save the South” en la que la compañía al completo canta este tema adaptado por Paul Allen Levi. Funcionan muy bien los dos primeros actos, pero el cambio de escenario del tercer acto parece que provoque que la obra se desinfle un poco, para volver, en el último acto, a tomar de nuevo las riendas, a pesar de que su supuesto “suspense” es previsible.
La escenografía y su vestuario son meritorios, muy buenos. La peluquería de los actores, que no de las actrices, es bastante “setentera” pero no desentona mucho. La iluminación es correcta y quizás, lo mejor sea sus actores que sustentan una obra interesante, pero que queda realzada por sus trabajos, sobre todo por Alice Drummond, Jeffrey Jones, Mary Beth Hurt, John Lightgow y ella, Meryl Streep como Edith. Estos tres últimos, grandes amigos y profesionales, ya habían trabajado un año antes en “Trelawney of the Wells” y volverían a coincidir después con “Measure for measure”, donde se convirtió en pareja de John Cazale, con el que trabajó en cine (“El cazador”) y le cuidó hasta su muerte.
No quiero dejar pasar la ocasión de hablar de ella, Meryl. Omitiré cuando la pude ver en la vida real, poco aportaría. Prefiero hablar de sus inicios. Meryl Streep es una de las mejores actrices de la historia, y no exagero, pero todo es fruto de una concienzuda preparación. A los doce años, a cargo de Estelle Liebling, ya educaba su voz para ser cantante de ópera, pero optó por la interpretación. Pasó por varias escuelas de interpretación, pero fue en Yale cuando ya empezó a despuntar, incluso ya una de sus compañeras, Sigourney Weaver, en una entrevista, confesaba que todos, incluyendo ella, sabían que tenía un talento fuera de lo común, que era una auténtica bestia parda resolviendo personajes y escenas. Con “Veintisiete vagones de algodón” de Tennessee Williams obtuvo el triunfo en el teatro. De ahí saltó a los montajes del festival de verano de Shakespeare, donde quizás uno de los éxitos más sonados fue “Kiss Me, Petrucchio”, una divertida versión de “La fierecilla domada” junto a Raúl Juliá, en la que se convirtieron amigos íntimos, tanto, que la ahora viuda de Raúl Juliá es una de las mejores amigas de la Streep. Y fue en esa función donde quedó prendado de ella Karel Reisz, quien la propuso para ser la protagonista de “La mujer del teniente francés”.
Más tarde Joseph Papp, gran director y productor de teatro del antiguo Public Theatre y en la actualidad el Joseph Papp Theatre, intentó cederle la dirección de su empresa a Streep cuando ya estaba gravemente enfermo, pero ella no quería renunciar a estar menos tiempo con su familia, por lo que rechazó el ofrecimiento. Esto, en muy resumidas cuentas, fueron los inicios de la gran Streep, el resto es ya historia.
En fin, gracias de nuevo a todos los que han hecho posible que el teatro, o mejor dicho, que el buen teatro, siga vigente y llegue a ser posible a más público, un teatro que parece, al menos en estas latitudes, ya extinguido, donde se recurría a talento y no se incurría en una decoración cutre o minimalista sin venir a cuento. Quedo en paz. Parece que la repisa a la que aludíamos ha quedado limpia, no sé si resplandeciente, pero era una tarea que tenía pendiente.
La obra “Servicio secreto” se desarrolla en no más de dos espacios y está dividida en cuatro actos, y aunque no es musical, se intercalan canciones que ayudan al relato, como su obertura, “God Save the South” en la que la compañía al completo canta este tema adaptado por Paul Allen Levi. Funcionan muy bien los dos primeros actos, pero el cambio de escenario del tercer acto parece que provoque que la obra se desinfle un poco, para volver, en el último acto, a tomar de nuevo las riendas, a pesar de que su supuesto “suspense” es previsible.
La escenografía y su vestuario son meritorios, muy buenos. La peluquería de los actores, que no de las actrices, es bastante “setentera” pero no desentona mucho. La iluminación es correcta y quizás, lo mejor sea sus actores que sustentan una obra interesante, pero que queda realzada por sus trabajos, sobre todo por Alice Drummond, Jeffrey Jones, Mary Beth Hurt, John Lightgow y ella, Meryl Streep como Edith. Estos tres últimos, grandes amigos y profesionales, ya habían trabajado un año antes en “Trelawney of the Wells” y volverían a coincidir después con “Measure for measure”, donde se convirtió en pareja de John Cazale, con el que trabajó en cine (“El cazador”) y le cuidó hasta su muerte.
No quiero dejar pasar la ocasión de hablar de ella, Meryl. Omitiré cuando la pude ver en la vida real, poco aportaría. Prefiero hablar de sus inicios. Meryl Streep es una de las mejores actrices de la historia, y no exagero, pero todo es fruto de una concienzuda preparación. A los doce años, a cargo de Estelle Liebling, ya educaba su voz para ser cantante de ópera, pero optó por la interpretación. Pasó por varias escuelas de interpretación, pero fue en Yale cuando ya empezó a despuntar, incluso ya una de sus compañeras, Sigourney Weaver, en una entrevista, confesaba que todos, incluyendo ella, sabían que tenía un talento fuera de lo común, que era una auténtica bestia parda resolviendo personajes y escenas. Con “Veintisiete vagones de algodón” de Tennessee Williams obtuvo el triunfo en el teatro. De ahí saltó a los montajes del festival de verano de Shakespeare, donde quizás uno de los éxitos más sonados fue “Kiss Me, Petrucchio”, una divertida versión de “La fierecilla domada” junto a Raúl Juliá, en la que se convirtieron amigos íntimos, tanto, que la ahora viuda de Raúl Juliá es una de las mejores amigas de la Streep. Y fue en esa función donde quedó prendado de ella Karel Reisz, quien la propuso para ser la protagonista de “La mujer del teniente francés”.
Más tarde Joseph Papp, gran director y productor de teatro del antiguo Public Theatre y en la actualidad el Joseph Papp Theatre, intentó cederle la dirección de su empresa a Streep cuando ya estaba gravemente enfermo, pero ella no quería renunciar a estar menos tiempo con su familia, por lo que rechazó el ofrecimiento. Esto, en muy resumidas cuentas, fueron los inicios de la gran Streep, el resto es ya historia.
En fin, gracias de nuevo a todos los que han hecho posible que el teatro, o mejor dicho, que el buen teatro, siga vigente y llegue a ser posible a más público, un teatro que parece, al menos en estas latitudes, ya extinguido, donde se recurría a talento y no se incurría en una decoración cutre o minimalista sin venir a cuento. Quedo en paz. Parece que la repisa a la que aludíamos ha quedado limpia, no sé si resplandeciente, pero era una tarea que tenía pendiente.