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Voto de Francisco Javier Millan:
7
Comedia. Aventuras Llegan las navidades y Zipi y Zape la vuelven a liar parda. Esta vez la travesura es tan grande que son castigados sin vacaciones y obligados a acompañar a sus padres a lo que parece ser un aburrido viaje en barco. Para su sorpresa, el destino es una espectacular y remota isla. Una terrible tormenta les obliga a refugiarse en la mansión de la divertida señorita Pam, donde niños sin familia disfrutan de un paraíso sin reglas. Ayudados ... [+]
2 de agosto de 2016
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Óskar Santos remata la secuela de “Zipi y Zape y el club de la canica” con un merecido homenaje a los padres, a los suyos y a los nuestros. Y es que concretamente sobre la relación paterno-filial se centra esta entretenida cinta de aventuras. Si bien en los tebeos de Escobar, muy a pesar de las travesuras de sus protagonistas, la familia Zapatilla parecía estar muy unida; en la primera traslación a la gran pantalla se obvió completamente la presencia adulta, a favor de una trama completamente alejada del original. Y lo curioso, es que la maquinaria funcionó, y muy bien.
Este díptico pone su mirada en las aventuras y, especialmente, en la literatura de finales del siglo XIX. Toda su iconografía parece haber salido de las páginas de novelistas indispensables como Arthur Conan Doyle, H.G. Wells y, cómo no, Julio Verne. Esta razón de ser es una declaración de principios por parte de sus creadores, nacidos y criados con este tipo de lecturas. Digamos claramente que esta película intenta construir un puente entre nuestra generación y los más jóvenes. Santos muestra, con no menos recursos, el sentido de la maravilla que nos invadía cuando abríamos estos libros y su poder para generar imaginación, aventura y entretenimiento.
Probablemente en más de una ocasión los adultos encontremos cierto disloque e inverosimilitud en el conjunto de la propuesta, pero no es muy diferente a lo que veíamos en películas de grupos de niños como Parchís o Regaliz. Lo malo de todo esto es la poca tradición abierta en este país para esta clase de productos. El acercamiento al mundo infantil es en ocasiones mediocre, pero sin duda no es el caso que nos ocupa.
La isla del Capitán que da nombre al título es un torbellino de situaciones divertidas, que sin llegar a sorprender o dejarte con la boca abierta, logran una más que reconciliación con el cine infantil patrio de antaño. Sus decorados y personajes no son muy distintos a los que veíamos entonces, pero eso sí, con ese toque sofisticado que caracteriza a estos títulos en la actualidad.
La película tiene un arranque sobresaliente, que nos hará añorar la Navidad en plena canícula de agosto, para pasar posteriormente a la presentación de la nueva localización. A partir de este momento una serie de sujetos hacen su aparición: una directora de orfanato, con el rostro de la estupenda Elena Anaya, una especie de Cocodrilo Dundee y la impagable Sor Enriqueta que logrará protagonizar algunas de las escenas más descacharrantes del film.
Lástima que hacía mitad del relato la cosa parezca que se estanca, pero hay que reconocer que levanta bastante bien el vuelo en su más que digno clímax final. Hasta incluso contiene esos tintes sentimentales que tan bien sientan en este tipo de trabajos y que, algunos directores aguafiestas, parecen olvidar en los tiempos que corren.
Si tan solo su visionado consigue que algunos niños y niñas se interesen por los libros de los autores antes mencionados ya habremos conseguido un gran paso.
Si no lo sabéis en mi casa sigo conservando impoluta mi colección de Julio Verne. Con solo ver los lomos y las ilustraciones en blanco y negro me transporto a esos años de la infancia en los que, arropado en la cama los fines de semana de invierno, devoraba toda sus páginas. Esas obras aún me hacen sentir hasta el tacto de las sábanas de aquella cama. Y esta película ha logrado hacer algo parecido.
Francisco Javier Millan
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