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Voto de davilochi:
7
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Documental
Paul Hafner es un hombre de ochenta y cuatro años que lleva más de cincuenta viviendo en España. Pero la imagen de este anciano inofensivo y dócil que, como tantos otros alemanes, parece haber encontrado un paraíso en España, no tarda en desintegrarse. Al igual que otros representantes del partido Nacionalsocialista, el ex oficial de las SS encontró refugio en la España de Franco. En él no se aprecia consciencia ni mucho menos ... [+]
6 de junio de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un interesante documental que nos muestra la visión de un hombre que se quedó varado en los años turbulentos años 30-40 del siglo pasado, en buena medida gracias a que su mundo se mantuvo en pie durante treinta años más en España, lugar al que huyó a la caída del Reich alemán. Todo su entramado de marcos de referencia queda desentrañado por Günter Schwaiger, algo que no deja de sorprender tratándose de un pasado nacionalsocialista. Si por algo se han caracterizado los hombres de estas características ha sido por la cautela, lo cual queda de manifiesto en el hecho de que todos sus amigos plácidamente retirados en Marbella rechazan sus llamadas por miedo a comparecer ante una cámara. Y el caso es que el viejo lo entiende, porque como bien dice es posible que teman ser procesados, lo cual no hace que deje de pensar en el hecho de que es un anciano senil que diez años antes se habría negado a aparecer ante una cámara. En cierto sentido hay aspectos muy destacables de este documental que comentaré más adelante, pero hay otros que no me han acabado de convencer y es por eso que la nota se haya quedado en un simple 7 y es posiblemente eso, el hecho de saber que un nacionalsocialista en su sano juicio jamás habría aceptado servir como experimento a cara descubierta.
En primer lugar podríamos decir que estamos ante una de las versiones de la "banalidad del mal" que enunciara Hannah Arendt allá por 1961 durante el proceso de Eichmann en Jerusalén. En un primer momento y sin más datos que un simple intercambio de palabras y un contacto visual estamos ante un hombre completamente normal (entiéndase normal por todo aquel que pasa desapercibido entre las masas en el momento presente): un anciano respetable que, además, se las da de santo. Sin embargo este anciano no es un Eichmann, un burócrata que simplemente obedecía órdenes superiores con celo y eficacia con el fin de ascender y sin pensar en las consecuencias de sus actos, que formaba parte de un complejo y gigantesco entramado donde no era más que una pieza más. Estamos ante un individuo que se identifica con un determinado grupo étnico y también ideológico y que en base a ello elabora el discurso legitimador para todas y cada una de sus acciones y hechos históricos, es decir, un auténtico radical, un fanático que porta la ideología como una religión laíca. Todo encaja dentro de los esquemas mentales del anciano, y su apoyo es la ideología nacionalsocialista.
En primer lugar podríamos decir que estamos ante una de las versiones de la "banalidad del mal" que enunciara Hannah Arendt allá por 1961 durante el proceso de Eichmann en Jerusalén. En un primer momento y sin más datos que un simple intercambio de palabras y un contacto visual estamos ante un hombre completamente normal (entiéndase normal por todo aquel que pasa desapercibido entre las masas en el momento presente): un anciano respetable que, además, se las da de santo. Sin embargo este anciano no es un Eichmann, un burócrata que simplemente obedecía órdenes superiores con celo y eficacia con el fin de ascender y sin pensar en las consecuencias de sus actos, que formaba parte de un complejo y gigantesco entramado donde no era más que una pieza más. Estamos ante un individuo que se identifica con un determinado grupo étnico y también ideológico y que en base a ello elabora el discurso legitimador para todas y cada una de sus acciones y hechos históricos, es decir, un auténtico radical, un fanático que porta la ideología como una religión laíca. Todo encaja dentro de los esquemas mentales del anciano, y su apoyo es la ideología nacionalsocialista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
A partir de aquí nos encontramos con el Dios de su religión: Hitler, "el hombre más importante de la Historia", algo en lo que coincide con el rexista y también ilustre refugiado político en España Leon Degrelle, autor de algunos de sus libros de cabecera y amigo personal. También nos presenta a los enemigos de su religión: los judíos que "sólo querían el marxismo, la expropiación del capital. Preferían vivir con otros pueblos para explotarlos". Aquí surge la idea del judío entendido como virus o parásito que debía ser extirpado para asegurar el florecimiento de la comunidad alemana, de cuya sangre se alimentaba; porque además hay que preservar la pureza, que unos ven espiritual y otros física, pues "El cruce de razas sólo puede generar decadencia". Para el nacionalsocialismo la pureza espiritual sólo podía conseguirse por medio de la pureza física, es decir, racial. La fuerza con que el ideario nacionalsocialista penetró en la mentalidad de Paul Hafner, este curioso anciano, se debe en buena medida al hecho de haber pertenecido a las SS, el Estado dentro del Estado creado por Himmler que más codificó y fomentó la creación de un ideario racial sustentado en bases científicas, tanto biológicas como históricas. Sin embargo, como siempre, sorprende el modo en que este tipo de sujetos niegan el Holocausto, del que deberían de estar orgullosos de acuerdo con sus ideales; más aun pretenden hacer ver la labor que Hitler desplegó para con los judíos como un acto humanitario, pues según Hafner "los judíos fueron evacuados de las ciudades para no estar sometidos al bombardeo anglo-americano. Ellos estaban contentísimos en Auschwitz que en las presentes circunstancias era casi como un hotel de tres estrellas". Así el Holocausto no sería más que "propaganda, propaganda, propaganda".
Cuando lo enfrentan con un antiguo prisionero en el campo de concentración de Dachau y éste le cuenta los horrores sufridos Hafner no puede sino afirmar que "Algún razón habría" y es evidente que para él la había, pero no para el ex-prisionero. Los sueños de la razón generan monstruos, pero lo más preocupante es que Hafner era un hombre, un hombre que, como bien refleja el director, vivía en su propio paraíso, un mundo apartado tanto de la realidad en que vivía como de aquella generada por sus actos.
Cuando lo enfrentan con un antiguo prisionero en el campo de concentración de Dachau y éste le cuenta los horrores sufridos Hafner no puede sino afirmar que "Algún razón habría" y es evidente que para él la había, pero no para el ex-prisionero. Los sueños de la razón generan monstruos, pero lo más preocupante es que Hafner era un hombre, un hombre que, como bien refleja el director, vivía en su propio paraíso, un mundo apartado tanto de la realidad en que vivía como de aquella generada por sus actos.